Renegando de los sobrenatural, por Alonso Gracián.

05.04.2021

(465) Renegando de lo sobrenatural

Alonso Gracián, el 4.04.21 

La reflexión católica actual acerca de la ley natural, salvo excepciones casi milagrosas, parte de los presupuestos ideológicos de la idiosincrasia personalista. Y de esta forma, pretendiendo rescatar la ley natural, vuelven a traer a la mente del católico los mismos principios que la disolvieron en subjetivismo. Es el naturalismo inmanentista que vuelve una vez y otra, como efecto colateral de la asunción del pensamiento moderno, si no directamente querido.

Este error consiste en predicar para lo natural un fin disminuido, meramente natural e inmanente. Se concede a lo temporal una autonomía indebida, como si pudiera pelagianamente mantenerse en los parámetros de la razón y de lo natural, y el hombre, y las sociedades que compone, no tuvieran un fin sobrenatural.

Es dramático que el católico de hoy asuma como normal que lo temporal, lo natural, esté separado de lo sobrenatural, como si fuera querido por Dios que ambos órdenes se descuajasen uno de otro. Es dramático que el católico de hoy vea como algo normal separar la política de la religión y encapsular lo natural en una especie de burbuja donde lo sobrenatural no pinta nada.

Lo natural y temporal serían consistentes en sí mismos si Dios no los hubiera elevado al orden sobrenatural. Pero dado que Dios quiso elevarlos, no hay consistencia que valga. Lo natural, si es privado de lo sobrenatural por el pecado, se vuelve inconsistente, se deteriora, se oscurece.

Esta impostura naturalista llega a tanto que, como hemos visto con Amoris laetitia, el amor conyugal adámico es denominado caridad conyugal, como si lo sobrenatural hubiera desaparecido. Y a la caridad social se la denomina fraternidad, como en los viejos círculos gnósticos ilustrados, donde lo sobrenatural se considera enemigo de la humanidad.

Ponen en juego un particular sofisma, que aprendieron de los que León XIII en Libertas denomina liberales de tercer grado, (esos que abominan del progresismo pero comparten su núcleo ideológico); aprendiendo, digo, de los liberales de tercer grado, a vivir piadosamente en privado, pero modernamente en público. Y justifican la exclusión del orden de la gracia de la vida política e institucional, de las leyes y de la vida social, basándose en una supuesta independencia de lo natural respecto de lo sobrenatural.

Confunden, pues, gratuidad de lo sobrenatural con independencia de lo natural, como si pudiera romperse a voluntad el orden querido por Dios, que es de creación elevada al orden sobrenatural para hombres y sociedades.

Reniegan, por eso, de la independencia absoluta que los progresistas postulan para las realidades temporales; y, para no caer en su ateísmo, confiesan sólo una independencia relativa, vinculando las realidades temporales al Creador pero no al Redentor. No quieren que Cristo reine en las naciones, sino sólo en los corazones.

La doctrina católica, en cambio, enseña que lo natural tiene un fin sobrenatural, que las sociedades, las instituciones, todos los pueblos tienen un fin sobrenatural, y por tanto no hay dimensión natural de la vida que no esté ordenada a lo sobrenatural como a su fin. Que las realidades temporales son buenas en tanto en cuanto sirvan al fin sobrenatural, y no por sí solas consideradas. Y que, por tanto, nada temporal es independiente de lo sobrenatural, antes bien lo necesita primero para restaurarse y segundo para alcanzar su fin propio. Esto implica que, en la doctrina tradicional antiliberal, orden eclesiástico y orden político deben distinguirse pero no separarse.

En definitiva, el hombre y la sociedad no sólo necesitan del Creador para no disolverse; es que también necesitan de su Redentor, que es Rey también de lo temporal. Repetimos: lo natural no es independiente del orden sobrenatural. Primero, por la condición caída del hombre y de las sociedades. Segundo, porque Dios quiso, gratuitamente, elevar al hombre y a las sociedades a un fin sobrenatural que, una vez dado, una vez conferido, una vez establecido, se interna tanto en lo natural que, si se pierde, lo natural mismo queda herido, enfermo, corrompido, aunque no totalmente.

Gran parte de la reflexión católica actual sobre la ley natural, aplicada a personas como a sociedades, se basa en este sofisma. Por esto, mientras no prediquemos, también, para lo natural, un fin sobrenatural, ni entenderemos la moral católica, ni lo que es la libertad, ni lo que es el matrimonio, ni lo que es la política, ni nada. Todo quedará a oscuras, a la sombra del subjetivismo moderno, que sumerge lo natural en la conciencia y lo inmanentiza todo. También la moral católica.

David González Alonso Gracián

Alonso Gracián Casado y padre de tres hijas. Diplomado en Magisterio y Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Le apasiona la pintura y la polifonía, y todo lo que es bello y eleva. Tiene la curiosa costumbre de releer a Tolkien y a Bloy cada cierto tiempo. Sabe que sin Cristo todo es triste, feo y aburrido hasta la muerte, y que nosotros sin Él no podemos hacer nada (Jn 15, 5), salvo meter la pata. Por eso cree no perder el tiempo escribiendo diariamente algunas líneas en la red, con esta sola perspectiva: contemplar a Cristo como centro del universo y de la historia.

Extraído de infocatólica.com