Lecturas del Sábado de la 27ª semana del Tiempo Ordinario

08.10.2022

Lecturas del Sábado de la 27ª semana del Tiempo Ordinario

Sábado, 8 de octubre de 2022

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (3,22-29):
La Escritura presenta al mundo entero prisionero del pecado, para que lo prometido se dé por la fe en Jesucristo a todo el que cree. Antes de que llegara la fe estábamos prisioneros, custodiados por la ley, esperando que la fe se revelase. Así, la ley fue nuestro pedagogo hasta que llegara Cristo y Dios nos justificara por la fe. Una vez que la fe ha llegado, ya no estarnos sometidos al pedagogo, porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis vestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y, si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa.
Palabra de Dios


Salmo del Día

Salmo 104

El Señor se acuerda de su alianza eternamente

Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas;
gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor. 

Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. 

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. 


Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,27-28):
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.»
Pero él repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»
Palabra del Señor


Reflexión del Evangelio



PARA REFLEXIONAR

  • Los judaizantes se habían introducido en Galacia y querían imponer prácticas antiguas a los nuevos convertidos. Pablo, ante esto despliega una perspectiva «evolutiva» de la historia de la salvación reafirmando la continuidad de los dos Testamentos. Sostiene que el verdadero contenido del Antiguo no son las obras de la ley, sino la fe en Jesucristo. Pablo entiende por «testamento» sobre todo las promesas que hizo Dios a Abrahán de justicia y bendición para todos los pueblos, que no podían estar condicionadas al cumplimiento de una ley. Sólo Cristo puede dar cumplimiento a las promesas.
  • La ley vino para encaminarnos hacia Cristo. Para los judíos la ley era comparable a esos «pedagogos» de las familias romanas. Estos eran esclavos que llevaban a los niños a la escuela y se encargaban de su disciplina; al llegar los niños a la adolescencia, ya no hacían falta. Para Pablo el papel pedagógico de la ley desaparece con la presencia de Cristo. El hombre maduro es libre y no necesita de esta tutela. Sólo el Espíritu, que Cristo nos ha enviado, es capaz de darnos la madurez propia de los hijos de Dios.
  • Pablo dice que el bautismo nos une a Cristo, y nos hace revestir de Él. La comparación del «vestido» es una imagen simbólica: el bautizado está como transformado, recibe una nueva manera de ser, tiene una nueva apariencia, «representa» a Cristo, es su «visibilidad». El bautismo signo de la fe, incorpora al hombre a Cristo y le ofrece un estado de filiación divina, a semejanza de aquel que es hijo por naturaleza. Todos no son más que uno en Cristo Jesús.
  • Pero eso solamente puede darse por la fe en la acción salvadora de Dios, que lo transforma todo en Jesucristo. En Él, la salvación es ofrecida a todos los hombres porque ya no se trata de merecimientos, sino del amor de Dios.

***

  • Bienaventurados eran aquellos que habían alcanzado el favor de Dios y lo gozaban en el presente. En el evangelio de hoy encontramos por tercera vez una "bienaventuranza" aplicada a María: La primera la hace su prima Isabel al recibirla, la segunda la proclama la misma María en el magnificat. Ahora, es una mujer del pueblo que interrumpe la enseñanza de Jesús y proclama a María como una mujer bienaventurada: ¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!
  • Jesús no rechaza la alabanza de la mujer, la eleva. No es la carne ni la sangre lo que marca el vínculo con Él. La comunión con Jesús viene del «sí» dado a la Palabra de Dios. Los que escuchan y practican la Palabra de Dios participan de la bienaventuranza de María que supo responder a la invitación divina. María es la esclava del Señor porque se hace discípula de la Palabra.
  • María ha engendrado a Jesús a la vida; en el discipulado el maestro engendra a la vida del Reino por la fuerza de la Palabra, al discípulo. Lo que sucede entre María y Jesús en el campo natural, se realiza de modo espiritual dentro de las condiciones posibles, entre el maestro y el discípulo.
  • María es la discípula que cubierta "con la sombra del Altísimo" ha escuchado y guardado la Palabra en su corazón. Jesús usa la exaltación de esta mujer del pueblo, para mostrar por donde pasa el camino de la verdadera Bienaventuranza, en la cual María, tiene el primer lugar.
  • Jesús rompe con la tradición, y no es la pertenencia a Israel lo que da la garantía de acceder al Reino de Dios. Para el proyecto de la nueva humanidad, Jesús forma una comunidad en la que ni la sangre ni la carne son la clave de pertenencia. Quien hace fructificar su vida con actitudes palpables y con acciones reales lo que ha escuchado de Jesús, ése es discípulo; el verdaderamente dichoso.
  • El Reino no se mide por actos de piedad ni por actos de caridad. El Reino se mide por la justicia, la verdad y el amor con que vivimos y la forma responsable de como asumimos nuestra existencia. Así, podremos ser dichosos como fue María, no sólo por ser la que engendró y amamantó a Jesús, sino por escuchar atentamente la Palabra, rumiarla en su corazón y vivirla.


PARA DISCERNIR

  • ¿Qué palabras son las que más rondan mi corazón?
  • ¿Qué tengo que "conservar" en mi corazón?
  • ¿Qué reclama Jesús a sus discípulos?


REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Que yo sea feliz, escuchando y viviendo tu Palabra


PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

«Dichosa la que ha creído; porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1,45)

..."En la Antigua Alianza los hombres estaban bajo el régimen de los símbolos. Por la gracia de Cristo, presente en la carne, la misma verdad ha resplandecido para nosotros. Y sin embargo, con relación al mundo venidero, todavía vivimos, en cierta manera, en la sombra de la verdad. El apóstol Pablo escribe: «Mi conocer es por ahora inmaduro, entonces podré conocer como Dios me conoce» (1C 13,9) y «no es que ya haya conseguido el premio» (Flp 3,13). En efecto, ¿cómo no hacer diferencia entre el que camina en la fe o el que se encuentra ya en la clara visión? Así «el justo vive de fe» (Ha 2,4; Rm 1,17) -es el bienaventurado que exulta por la visión de la verdad; mientras, el hombre santo vive todavía en la sombra de Cristo... Es buena esta oscuridad de la fe; filtra la luz cegadora para nuestra mirada todavía en la tiniebla y prepara nuestro ojo para que pueda soportar la luz. En efecto, está escrito: «Dios ha purificado sus corazones a través de la fe» (Hch 15,9). Porque el efecto de la fe no es apagar la luz, sino conservarla. Todo lo que los ángeles contemplan a rostro descubierto, la fe lo guarda oculto para mí; lo hace descansar en su seno para revelarlo en el momento querido. ¿Acaso no es una buena cosa que tenga envuelto lo que tu todavía no puedes captar sin velo?

Por otra parte, la madre del Señor también vivía en la oscuridad de la fe, puesto que le fue dicho: «Dichosa tú que has creído» (Lc 1,45). También del cuerpo de Cristo recibió una sombra, según el mensaje del ángel: «El poder del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lc 1,35). Esta sombra pues, no tiene nada de despreciable porque es el poder del Altísimo que la proyecta. Sí, verdaderamente, en la carne de Cristo había una fuerza que cubría a la Virgen con su sombra, a fin de que la pantalla de su cuerpo vivificante le permitiera soportar la presencia divina, aguantar el resplandor de la luz inaccesible, lo cual era imposible a una mujer mortal. Este poder ha domado toda fuerza adversa; la fuerza de esta sombra echa fuera los demonios y protege a los hombres. ¡Poder verdaderamente vivificador y sombra verdaderamente refrigerante! Y es totalmente en la sombra de Cristo que nosotros vivimos, puesto que caminamos por la fe y recibimos la vida alimentándonos con su carne"...

San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia - Sermón 31 sobre el Cantar de los Cantares


PARA REZAR

"¡Oh Virgen Inmaculada, la más tierna de las madres
al escuchar a Jesús, Tú en modo alguno te entristeces.
Antes bien, te alegras de que Él pueda decirnos
que aquí abajo en su familia nuestra alma se convierte.
Sí, te alegras de que Él nos dé su vida,
¡Los tesoros infinitos de su divinidad!...
¿Cómo no amarte, querida Madre mía
viendo tal grado de amor y de humildad?"

Santa Teresita del Niño Jesús


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