Lecturas del Lunes de la 18ª semana del Tiempo Ordinario

01.08.2022

Lecturas del Lunes de la 18ª semana del Tiempo Ordinario

Lunes, 1 de agosto de 2022

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (28,1-17):
Al principio del reinado de Sedecías en Judá, el mes quinto, Ananías, hijo de Azur, profeta natural de Gabaón, me dijo en el templo, en presencia de los sacerdotes y de toda la gente: «Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: "Rompo el yugo del rey de Babilonia. Antes de dos años devolveré a este lugar todo el ajuar del templo que Nabucodonosor, rey de Babilonia, cogió y se llevó a Babilonia. A Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, y a todos los judíos desterrados en Babilonia yo los haré volver a este lugar -oráculo del Señor-, porque romperé el yugo del rey de Babilonia."»
El profeta Jeremías respondió al profeta Ananías, en presencia de los sacerdotes y del pueblo que estaba en el templo; el profeta Jeremías dijo: «Amén, así lo haga el Señor. Que el Señor cumpla tu profecía, trayendo de Babilonia a este lugar todo el ajuar del templo y a todos los desterrados. Pero escucha lo que yo te digo a ti y a todo el pueblo: "Los profetas que nos precedieron, a ti y a mi, desde tiempo inmemorial, profetizaron guerras, calamidades y epidemias a muchos países y a reinos dilatados. Cuando un profeta predecía prosperidad, sólo al cumplirse su profecía era reconocido como profeta enviado realmente por el Señor."»
Entonces Ananías le quitó el yugo del cuello al profeta Jeremías y lo rompió, diciendo en presencia de todo el pueblo: «Así dice el Señor: "Así es como romperé el yugo del rey de Babilonia, que llevan al cuello tantas naciones, antes de dos años."»
El profeta Jeremías se marchó por su camino. Después que el profeta Ananías rompió el yugo del cuello del profeta Jeremías, vino la palabra del Señor a Jeremías: «Ve y dile a Ananías: "Así dice el Señor: Tú has roto un yugo de madera, yo haré un yugo de hierro. Porque así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Pondré yugo de hierro al cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia; y se le someterán, y hasta las bestias del campo le entregaré."»
El profeta Jeremías dijo a Ananías profeta: «Escúchame, Ananías; el Señor no te ha enviado, y tú has inducido a este pueblo a una falsa confianza. Por eso, así dice el Señor: "Mira: yo te echaré de la superficie de la tierra; este año morirás, porque has predicado rebelión contra el Señor."»
Y el profeta Ananías murió aquel mismo año, el séptimo mes.
Palabra de Dios


Salmo del Día

Salmo 118

Instrúyeme, Señor, en tus leyes

Apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu voluntad.

No quites de mi boca las palabras sinceras,
porque yo espero en tus mandamientos.

Vuelvan a mi tus fieles
que hacen caso de tus preceptos.

Sea mi corazón perfecto en tus leyes,
así no quedaré avergonzado. 

Los malvados me esperaban para perderme,
pero yo meditaba tus preceptos.

No me aparto de tus mandamientos,
porque tú me has instruido.


Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,13-21):
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos.
Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.»
Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»
Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.»
Les dijo: «Traédmelos.»
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Palabra del Señor


Reflexión del Evangelio



PARA REFLEXIONAR

  • Baruc nos narra una de las escenas más dramáticas de la actividad de Jeremías. Jeremías después de los gestos simbólicos del cinturón de lino y el taller del alfarero aparece caminando por la calle encorvado, con un yugo de madera al cuello.
  • El rey Sedecías cree que, con la ayuda militar de otros reyes vecinos, va a poder resistir a Nabucodonosor. Jeremías quiere hacerle a entender que van a caer en la esclavitud como castigo de los males que han hecho.
  • Pero el problema surge cuando un profeta de la corte, Ananías asegura a las autoridades que no hay que tener miedo porque Dios los librará una vez más y vencerán a los ejércitos del norte. Jeremías reconoce que es muy fácil anunciar la felicidad y no encuentra ningún placer en anunciar la prueba y el sufrimiento. También él desea la felicidad y desearía que Ananías tuviera razón.
  • Ananías cree que Yahvé tiene obligación de salvar a su pueblo siempre, la elección comporta una seguridad total, Jerusalén es inviolable; Jeremías, en cambio, sabe que Yahvé es libre y tiene decidido un período de castigo para salvar, después, con más plenitud; y preparar al hombre a recibir esta salvación.
  • Ananías conduce al pueblo y a las autoridades a una confianza falsa. Cuando Ananías rompe el yugo de madera, Jeremías, se retira, pero luego, recibe entonces una nueva palabra de Yahvé, que le descubre la mentira de Ananías y lo confirma en su postura y se siente forzado por el mismo Yahvé, a anunciar la muerte a Ananías como castigo y confirmación de que no tenía razón. Jeremías intenta ser fiel a la voluntad de Dios, por eso se atreve a denunciar los pecados de sus oyentes y a anunciar castigos.
  • Jeremías presenta los criterios para discernir entre un verdadero y un falso profeta: no hay que fiarse del que nos anuncia éxitos, porque puede que lo diga solamente para conformar al oyente, mientras que al que anuncia la dureza de la existencia, le podemos creer porque eso no es algo fácil de decir.

***

  • Al enterarse Jesús de la muerte de Juan Bautista, huye en una barca a un lugar solitario y tranquilo. Pero la gente lo supo y lo siguió por tierra, de modo que al desembarcar, vio una gran muchedumbre, sintió compasión y curó a los enfermos. Caída la tarde, los discípulos al ver a la gente hambrienta, se acercaron a pedirle a Jesús que despida a la multitud, para que vayan a las aldeas a comprar comida. La reacción de los discípulos funciona de acuerdo a la lógica humana: mandarlos a comprar lo necesario. Jesús los desafía a que les den de comer ellos mismos. Mientras los discípulos utilizan la lógica humana; Jesús, aplica la lógica del Reino y los invita a compartir.
  • Les pide que actúen aunque tengan nada más que cinco panes y dos peces. Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos a su vez los dieron a la gente.
  • Jesús exhorta a dar de lo que necesitan. Esa entrega generosa produce resultados abundantes. La multitud empieza a compartir lo que tiene, en vez de guardarlo para sí misma. Así la solidaridad se contagia y todos reciben lo necesario. Al final queda un excedente que puede beneficiar a todo el pueblo.
  • Lo que los discípulos han visto en el reparto de los panes, no es una acción extraordinaria exclusiva de Jesús, es el efecto de la entrega personal, que pasará a ser la norma de vida para el discípulo. Jesús no está solamente satisfaciendo una necesidad, sino celebrando el reino que viene a los débiles y afligidos.
  • El relato es un programa para la comunidad de los seguidores de Jesús. Es la lección de solidaridad para con los que pasan hambre, con los que buscan, con los que andan errantes por el desierto. La consigna de Jesús es: denles de comer. La Iglesia no sólo debe ofrecer el Pan con mayúscula; también el pan con minúscula, que es cultura y cuidado de la salud, preocupación por la justicia en todos los ámbitos y la solidaridad de los que tienen con los que pasan necesidad.
  • Hay un doble pan porque el hambre también es doble: de lo humano y de lo trascendente. Y la fracción del pan debe ser tanto partir el Pan eucarístico, como compartir el pan material con el hambriento.
  • Jesús, con esta multiplicación del pan material, quiere ayudar a los hombres a pasar del hambre de lo humano, al hambre de lo divino; así como ha hecho pasar al ciego de nacimiento, de la luz de los ojos a la luz de la fe.
  • La vida de Jesús invita a la Iglesia a abrirse a la multitud. La comunidad de discípulos tiene que ser solidaria con la muchedumbre enferma, hambrienta y desorientada. Los sentimientos de compasión, misericordia y justicia que Jesús experimentaba ante el pueblo abandonado, deben estar presentes en el espíritu que anima toda y cada una de las acciones de la iglesia.


PARA DISCERNIR

  • ¿Cómo vivo la misericordia?
  • ¿Qué puedo hacer para saciar el hambre de los hermanos?
  • ¿Confío en la providencia del Señor?
  • ¿Qué significa "confiarse a la Providencia"?


REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Habla, Señor: anunciaré tu Palabra


PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

SERMÓN 130 

Traductor: Pío de Luis Vizcaíno, o.s.a.

La multiplicación de los panes (Jn 6,5-15)

1. Un gran milagro ha tenido lugar, amadísimos: con cinco panes y dos peces se han saciado cinco mil hombres, y los pedazos restantes llenan doce canastos. Gran milagro, pero no nos causará excesiva admiración, si nos fijamos en su autor. El que multiplicó los panes entre las manos de los repartidores es el mismo que multiplica las semillas que germinan en la tierra de modo que se siembran pocos granos y se llenan las trojes. Pero como esto lo hace cada año, nadie se admira. La admiración la excluye no la insignificancia del hecho, sino su repetición. Ahora bien, al hacer estas cosas, el Señor hablaba a los que las entendían no solo mediante palabras, sino también por medio de los milagros mismos. Los cinco panes simbolizaban los cinco libros de la ley de Moisés. La ley antigua es, respecto al Evangelio, lo que al trigo la cebada. Esos libros encierran grandes misterios concernientes a Cristo. Por eso decía él: Si creyerais a Moisés, me creeríais también a mí, pues él ha escrito de mí1. Pero igual que en la cebada el meollo está bajo el cascabillo, así Cristo se oculta bajo el velo de los misterios de la ley. Como los misterios de la ley al exponerlos se expanden, así también aquellos panes se acrecentaban al partirlos. Y en el hecho mismo de exponeros esto os he partido el pan. Los cinco mil hombres significan el pueblo constituido al amparo de los cinco libros de la ley; los doce canastos son los doce apóstoles, que, a su vez, se llenaron con los rebojos de la misma ley. Los dos peces son, o bien los dos mandamientos del amor de Dios y del prójimo, o bien los dos pueblos: el de la circuncisión y el del prepucio, o aquellas dos funciones sagradas: la real y la sacerdotal. Exponer estos misterios equivale a partirlos; comprenderlos equivale a alimentarse.

2. Volvamos al hacedor de estas cosas. Él es el pan que ha bajado del cielo2, pero un pan que repara sin menguar él; un pan que se puede consumir sin que pueda consumirse. Este pan estaba figurado también en el maná. Por eso se dijo: Les dio pan del cielo; el hombre comió el pan de los ángeles3. ¿Quién es el pan del cielo sino Cristo? Mas para que el hombre comiera el pan de los ángeles se hizo hombre el Señor de los ángeles, pues si no se hubiera hecho esto, no tendríamos su carne; y, si no tuviéramos su carne, no comeríamos el pan del altar. Apresurémonos por llegar a la herencia, dado que hemos recibido tan gran prenda de ella. Hermanos míos, deseemos la vida de Cristo puesto que tenemos su muerte como prenda. ¿Cómo no va a darnos sus bienes quien ha sufrido nuestros males? En estas tierras, en este mundo malvado, ¿qué abunda sino el nacer, fatigarse y morir? Examinad las cosas humanas, y convencedme de lo contrario, si miento. Fijaos en cualquier hombre, y ved está aquí para otro fin que no sea nacer, fatigarse y morir. Tales son los productos de nuestro país; eso lo que abunda. A proveerse de tales mercancías bajó del cielo el divino Mercader. Y, puesto que todo mercader da y recibe: da lo que tiene y recibe lo que no tiene, da dinero y recibe lo comprado, también Cristo dio y recibió en esta operación comercial. Pero ¿qué recibió? Lo que abunda entre nosotros: nacer, fatigarse y morir. Y ¿qué dio? Renacer, resucitar y reinar por siempre. ¡Oh Mercader bueno, cómpranos! Mas ¿a qué decir: cómpranos, si lo que debemos hacer es darte gracias por habernos comprado? Nos das el precio pagado por nosotros: bebemos tu sangre; nos das, pues, el precio pagado por nosotros. También leemos el evangelio, nuestro documento oficial. Siervos tuyos somos, somos criaturas tuyas: tú nos hiciste y nos redimiste. Un esclavo puede comprarlo cualquiera, crearlo no; el Señor, en cambio, creó y redimió a sus siervos: los creó para que existiesen, los redimió para que no fuesen siempre cautivos. Efectivamente, vinimos a dar en manos del príncipe de este mundo, que sedujo a Adán y le esclavizó a él, y comenzó a poseernos como si fuéramos esclavos suyos de nacimiento. Pero vino el Redentor, y fue vencido el seductor. Y ¿qué hizo nuestro Redentor al que nos tenía cautivos? Para rescatarnos convirtió su cruz en un cepo en el que puso como cebo su sangre. El seductor, sin embargo, pudo derramar su sangre, pero no mereció beberla. Y por el hecho de haber derramado la sangre de quien nada le debía, se le ordenó restituir a sus deudores; derramó la sangre de un inocente, se le ordenó alejarse de los culpables. El Redentor, en efecto, derramó su sangre para borrar nuestros pecados. Así, pues, su sangre destruyó aquello por lo que aquel nos tenía sujetos. De hecho, no estábamos sujetos a él si no por los lazos de nuestros pecados. Ellos eran las cadenas de nuestra cautividad. Vino el Redentor, ató al fuerte con los lazos de su pasión, entró en su casa, es decir, en los corazones de aquellos en que moraba, y le arrebató sus vasos4. Nosotros somos esos vasos, que él había llenado de su amargura, amargura que dio también a beber a nuestro Redentor con la hiel. Por tanto, él nos había llenado a nosotros como si fuésemos vasos suyos: a su vez, nuestro Señor al arrebatarle los vasos y hacerlos propios vertió la amargura y los llenó de dulzura.

3. Amémosle, por tanto, pues es dulce. Gustad y ved cuán dulce es el Señor5. Se le ha de temer; pero se le ha de amar todavía más. Es hombre y Dios: el único Cristo es Dios y hombre; y como es un único hombre, es un alma y un cuerpo, pero, aunque es Dios y hombre, no son dos personas. En Cristo hay, ciertamente, dos sustancias, Dios y hombre, pero una única persona, para mantener la Trinidad y no convertirse en una cuaternidad al sumarse el hombre. ¿Cómo puede, entonces, darse que Dios no se compadezca de nosotros por quienes Dios se hizo hombre? Mucho es lo que hizo, y es más maravilloso lo que hizo que lo que prometió, y, a partir de lo que hizo, debemos creer lo que prometió. De hecho, esto mismo que hizo apenas lo creeríamos si no lo viéramos también. ¿Dónde lo vemos? En los pueblos creyentes, en la muchedumbre llevada a él. Vemos cumplido lo que prometió a Abrahán y eso nos lleva a creer lo que no vemos. Abrahán fue un único hombre, pero se le dijo: En tu descendencia serán benditos todos los pueblos6. Si se hubiese fijado en sí mismo, ¿cuándo hubiera creído? Era un hombre sólo, ya anciano; su mujer era estéril y ya tan entrada en años que no podía concebir, aunque no hubiera sido estéril. No había absolutamente fundamento alguno para la esperanza. Pero él se fijaba en quien le hacía la promesa y creía lo que no veía. Advertid que nosotros vemos lo que él creyó. Por tanto, debemos creer lo que no vemos, apoyándonos en lo que vemos Abrahán engendró a Isaac: no lo hemos visto; Isaac, a su vez, engendró a Jacob: tampoco esto lo hemos visto; Jacob engendró doce hijos: tampoco a estos los vimos; sus doce hijos engendraron al pueblo de Israel: estamos viendo un gran pueblo. Comienzo ya a decir lo que vemos: del pueblo de Israel nació la virgen María que dio a luz a Cristo, y he aquí que en Cristo son bendecidos todos los pueblos. ¿Hay algo más verdadero? ¿Hay algo más cierto y más evidente? Desead conmigo el mundo futuro vosotros, congregados de los pueblos. En este mundo Dios cumplió su promesa referente a la descendencia de Abrahán. ¿Cómo, entonces, no va a darnos sus promesas eternas a nosotros a los que hizo descendencia de Abrahán? En efecto, esto dice el Apóstol: Ahora bien, si vosotros sois de Cristo -son palabras del Apóstol- entonces sois semilla de Abrahán7.


PARA REZAR

Te comparto mi esperanza

Te comparto mi esperanza de esperar cada momento
con la misma fuerza y ganas de la primera mañana.
Ofrecer siempre las manos abiertas y no cerradas,
saber entregar amor a través de la mirada.
Aprender a dar la vida, compartir la espera larga,
al lado de los que sufren hacer la fe solidaria.
Soñar con las utopías, vivir para realizarlas,
luchando por los ideales, y la justicia sumarla.
Saber caminar con otros en lucha comunitaria, para que
todos los hombres vivan una vida más humana.
Vivir para los demás, como nos mostró Jesús,
hasta entregarnos su vida en lo alto de una cruz.
Vivir mirando las cosas con la mirada de Dios,
para hacer un mundo nuevo de Justicia, Paz y Amor.
No creas que será fácil caminar este camino pero
las crisis ayudan a ir descubriendo el sentido.
La verdad que hay en las cosas es un tesoro escondido,
quien equivoca la senda, tal vez su vida ha perdido.
El Evangelio te muestra como no errar el camino,
de veras, vale la pena a Jesucristo seguirlo.
Te comparto mi esperanza de empezar cada momento
con la misma fuerza y ganas de la primera mañana.

Marcelo A. Murúa


Calendario