Lecturas de Todos los Santos

01.11.2025

Primera Lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (7,2-4.9-14):

Yo, Juan, vi a otro Ángel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y gritó con fuerte voz a los cuatro Ángeles a quienes había encomendado causar daño a la tierra y al mar: «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.»
Y oí el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel. Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.»
Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo: «Amén, alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos, amén.»
Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de dónde han venido?»
Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.»
Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero.»

Palabra de Dios


Salmo del Día

Salmo 23

Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.

Quién puede subir al monte del Señor?
Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.

Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.


Segunda Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3,1-3):

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purificará a sí mismo, como él es puro.

Palabra de Dios


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,1-12):

Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»

Palabra del Señor


Reflexión del Evangelio. 

Por el Padre Daniel Manzuc


Por Monseñor Munilla





PARA REFLEXIONAR

  • Hoy la Iglesia en todo el mundo celebra la festividad de todos los santos. En este día no recordamos sólo aquellos que alcanzaron la meta sino que también hacemos memoria de la "Vocación a la Santidad a la que fuimos llamados". La celebración de todos los Santos es expresión de la esperanza que nos habita: lo que Dios ha realizado en los santos lo esperamos nosotros, confiados en su amor, y lo vivimos ya ahora: «Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos… seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es».
  • El Apocalipsis nos muestra una visión del autor en medio de los «ciento cuarenta y cuatro mil» elegidos, y otro gran número de santos. Los que pasaron la prueba de la tribulación y la persecución y han lavado sus túnicas en la sangre del cordero. El camino de los hijos -que es el que desemboca en la gloria de la Jerusalén celestial- no es otro que el camino del Hijo: Él ha pasado por la gran tribulación, el mundo no lo ha conocido, ha sido perseguido y calumniado. Quienes han caminado con Jesús y ahora gozan con su dicha; nos ofrecen el ejemplo de su vida, la ayuda de su intercesión.
  • San Juan en la primera carta, llama la atención de sus destinatarios para que no dejen de asombrarse y admirar el inmenso amor de Dios que nos ha hecho a todos hijos suyos. Somos hijos por puro regalo de su amor, gracias a la pasión, muerte y resurrección de su Hijo Jesús.
  • El pasaje del evangelio que nos presenta hoy la liturgia, corresponde a la versión de San Mateo de las bienaventuranzas. Jesús es presentado subiendo al monte. Con Jesús como nuevo Moisés, va a tener lugar el acto fundacional del nuevo pueblo de Dios. Los signos de pertenencia a este nuevo pueblo no son principios abstractos, sino que Jesús recoge en su proclamación situaciones que vivían de hecho sus miembros.
  • Algunas son padecidas por ellos: la pobreza, el llanto, el hambre y la sed, los malos tratos y la persecución. Son situaciones de sufrimiento que se ven obligados a padecer, a causa de su dedicación a la construcción de este nuevo modelo de sociedad, llamado Reino de Dios.
  • Otras son generadas por ellos y Jesús declara bienaventurados a los que viven con radicalidad y realismo en la vida las exigencias del reino.
  • La santidad, no es un logro que se alcanza en un más allá y que la Iglesia reconoce; sino un estilo de vida en este más acá, traducido en obras de amor, de misericordia, de justicia y de paz. La presentación de las bienaventuranzas en la festividad de todos los Santos es porque ellas son en verdad un camino de santidad. En ellas encontramos una brújula en nuestro trabajo por alcanzar la santidad, entendida ésta, como la lucha constante por abrirnos cada vez más, al paso de Dios y dejar que cada día nos dé, la plenitud de la vida.
  • El Concilio Vaticano II, en varias ocasiones, recuerda que «los fieles de cualquier condición y estado son llamados por Dios, cada uno por su camino, a la perfección de la santidad por la cual el mismo Padre es perfecto». Con este llamamiento a la santidad no se nos invita a ninguna forma absurda de vida o a caminar hacia una meta imposible. Aspirar a la santidad es aspirar a la felicidad total que todo hombre desea.
  • Los santos nos demuestran que seguir a Cristo es posible, y que vale la pena. Estos hombres y mujeres tuvieron defectos, cometieron pecados, no eran perfectos. Fueron «normales». Pero creyeron en el Evangelio, y que la gracia supera abundantemente nuestras limitaciones. Los santos han tenido a Dios como anhelo y fundamento determinante de sus vidas y por eso sus vidas fueron transformadas. Algunos han dejado huella profunda. Otros han pasado desapercibidos. Hombres y mujeres así, no sólo existieron en el pasado, sino también hoy andan por nuestras calles, trabajan en nuestras fábricas, caminan a nuestro lado o sufren en nuestros hospitales.
  • La santidad es tener confianza, esperanza, alegría, porque Jesús está con nosotros, haciendo posible una nueva vida; que invierte los valores de este mundo y acepta los del evangelio sin medias tintas. Santo es quien ha decidido construir ese nuevo mundo bienaventurado donde los hombres se aman, se quieren, son solidarios y se ayudan, donde no se rechazan unos a otros por su condición social, dinero, poder. Santo es el que no abandona la lucha aunque sea lenta y fatigosa. Santidad es cuando, a pesar de todo y de todos, se mantiene la esperanza de que la lucha realizada por y con Jesús, tendrá un buen final y la fraternidad entre los hombres irá haciéndose realidad hasta que todos seamos auténticamente hermanos. Así es el hombre santo y bienaventurado que ha descubierto la mejor parte, la que nunca le será quitada.


PARA DISCERNIR

  • ¿Siento el llamado a la santidad?
  • ¿Qué lugar ocupan las bienaventuranzas en mi vida cristiana?
  • ¿Estoy convencido que ser santo en el mundo de hoy vale la pena?


REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Sean santos como su Padre Celestial


PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

La búsqueda de la felicidad

"Felices los afligidos, porque serán consolados".

No se trata de lágrimas sobre los que mueren según la ley de la naturaleza, sino de la muerte por el pecado y los vicios. (…)

"Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados".

Tenemos que comprender que no somos jamás bastante justos y debemos siempre tener hambre de obras de justicia.

"Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia".

La misericordia no se nota sólo en limosnas, sino más todavía en las ocasiones con nuestros hermanos, llevando las cargas los unos de los otros.

"Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios".

Puros son los que no tienen pecado sobre su conciencia. El Puro se deja ver por el corazón puro. El templo de Dios no puede estar manchado.

"Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios".

Los que hacen reinar la paz en su corazón y entre los hermanos divididos. ¿De qué sirve hacer la paz entre los otros si existe en nuestro corazón la guerra de los vicios?

"Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos".

Está especificado: por la justicia, Otros son perseguidos por sus pecados, sin ser justos… (…)

"Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí".

El insulto que es proferido por los labios falsos del que insulta, debe ser despreciado y vale una bienaventuranza (…). Porque es Cristo el que está en causa.

"Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo".

Nadie puede regocijarse porque su reputación es dañada por la calumnia, menos aún el que busca la vana gloria. Nosotros tenemos que alegrarnos y exultar porque la recompensa nos es preparada en el Cielo.

San Jerónimo (347-420) – sacerdote, traductor de la Biblia, doctor de la Iglesia – 

Comentario sobre Mateo 5, 5-12


PARA REZAR

Fragmentos de vida evangélica

Creer de corazón y de palabra.
Creer con la cabeza y con las manos.
Negar que el dolor tenga la última palabra.
Arriesgarme a pensar
que no estamos definitivamente solos.
Saltar al vacío
en vida, de por vida,
y afrontar cada jornada
como si tú estuvieras.
Avanzar a través de la duda.
Atesorar, sin mérito ni garantía,
alguna certidumbre frágil.
Sonreír en la hora sombría
con la risa más lúcida que imaginarme pueda.

Porque el Amor habla a su modo,
bendiciendo a los malditos,
acariciando intocables
y desclavando de las cruces
a los bienaventurados.

José María Rodríguez Olaizola, sj