Lecturas de hoy Miércoles de la 9ª semana del Tiempo Ordinario
Lecturas de hoy Miércoles de la 9ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, miércoles, 7 de junio de 2023
Primera lectura
Lectura del libro de Tobías (3,1-1a.16-17a):
En aquellos días, profundamente afligido, sollocé, me eché a llorar y empecé a rezar entre sollozos: «Señor, tú eres justo, todas tus obras son justas; tú actúas con misericordia y lealtad, tú eres el juez del mundo. Tú, Señor, acuérdate de mí y mírame; no me castigues por mis pecados, mis errores y los de mis padres, cometidos en tu presencia, desobedeciendo tus mandatos. Nos has entregado al saqueo, al destierro y a la muerte, nos has hecho refrán, comentario y burla de todas las naciones donde nos has dispersado. Sí, todas tus sentencias son justas cuando me tratas así por mis pecados, porque no hemos cumplido tus mandatos ni hemos procedido lealmente en tu presencia. Haz ahora de mí lo que te guste. Manda que me quiten la vida, y desapareceré de la faz de la tierra y en tierra me convertiré. Porque más vale morir que vivir, después de oír ultrajes que no merezco y verme invadido de tristeza. Manda, Señor, que yo me libre de esta prueba; déjame marchar a la eterna morada y no me apartes tu rostro, Señor, porque más me vale morir que vivir pasando esta prueba y escuchando tales ultrajes.»
Aquel mismo día, Sara, la hija de Ragüel, el de Ecbatana de Media, tuvo que soportar también los insultos de una criada de su padre; porque Sara se había casado siete veces, pero el maldito demonio Asmodeo fue matando a todos los maridos, cuando iban a unirse a ella según costumbre.
La criada le dijo: «Eres tú la que matas a tus maridos. Te han casado ya con siete, y no llevas el apellido ni siquiera de uno. Porque ellos hayan muerto, ¿a qué nos castigas por su culpa? ¡Vete con ellos! ¡Que no veamos nunca ni un hijo ni una hija tuya!»
Entonces Sara, profundamente afligida, se echó a llorar y subió al piso de arriba de la casa, con intención de ahorcarse.
Pero lo pensó otra vez, y se dijo: «¡Van a echárselo en cara a mi padre! Le dirán que la única hija que tenía, tan querida, se ahorcó al verse hecha una desgraciada. Y mandaré a la tumba a mi anciano padre, de puro dolor. Será mejor no ahorcarme, sino pedir al Señor la muerte, y así ya no tendré que oír más insultos.»
Extendió las manos hacia la ventana y rezó. En el mismo momento, el Dios de la gloria escuchó la oración de los dos, y envió a Rafael para curarlos.
Palabra de Dios
Salmo del Día
Salmo 24
A ti, Señor, levanto mi alma
Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado,
que no triunfen de mí mis enemigos;
pues los que esperan en ti no quedan defraudados,
mientras que el fracaso malogra a los traidores.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
Recuerda, Señor,
que tu ternura y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,18-27):
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano." Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»
Jesús les respondió: «Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo. Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: "Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob"? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados.»
Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio de hoy
Por el Padre Daniel Manzuc
Por Monseñor Munilla
PARA REFLEXIONAR
- La narración de hoy nos cuenta la prueba de Sara, que ocurrió el mismo día en que a Tobit su propia mujer lo abandona, lo injuria y le reprocha su «virtud». La historia de las dos familias, la de Tobías en Nínive y la de Ragüel y su hija Sara en Ecbatana, ciudad situada unos 350 kilómetros al nordeste de Bagdad, se encuentran unidas por una serie de desgracias y por su fe en Dios. A ambas, el dolor las lleva a la oración: una oración difícil, dicha entre lágrimas y sollozos en ambas ocasiones.
- Tobías y Sara experimentan cruelmente el problema del mal. Para ellos, el sufrimiento proviene de Dios, pero es el castigo por sus propias faltas. Por eso piden al Padre que les quite la vida. Tobías, cuya bondad con los desafortunados es muy mal recompensada, dado que se ve afectado por la ceguera, reconoce que Dios es justo, que ha sido el pueblo el que ha pecado y ahora merece el castigo del destierro. Pero esta convicción no disminuye su dolor y llega hasta desearse la muerte.
- Sara es víctima de extraños maleficios, que hacen que sus maridos mueran uno tras de otro. Además de este sufrimiento, en el mismo día de Tobit, fue injuriada por una de sus sirvientas y esto la llevó a permanecer encerrada en su cuarto tres días y tres noches, sin comer ni beber, implorando a Dios con lágrimas.
- Las plegarias de ambos fueron oídas por el Dios soberano. Los sufrimientos de los hombres no parecen quedar sin salida. Esas dos oraciones «convergen» en el corazón de Dios. Y la continuación del relato nos dirá que esos dos destinos, lograrán encontrarse, porque el hijo de Tobías hará un viaje de 300 kilómetros y tomará a Sara por esposa.
- Sara empieza su oración desde lo íntimo de su corazón afligido, bendiciendo al Señor y sus obras. Como Tobit, pide a Dios que la libere del destierro y de los ultrajes que la afligen. Después acumula razones para mover la misericordia del Señor. Y culmina su plegaria en un acto de confianza total. El Señor escuchó la oración de ambos.
- Según la creencia popular, Asmodeo, era el demonio de la lujuria. Su nombre puede tener un origen persa y significa: «El que mata». En contraposición a Asmodeo, Yahvé envió al ángel Rafael, que significa «Dios sana», para sacar las escamas de los ojos de Tobit y dar a Tobías por esposa a Sara, la hija de Ragüel.
- La narración termina poniendo de manifiesto la compasión del Señor, que siempre escucha la oración del justo entre los terribles dolores de la prueba. El Señor es eternamente compasivo, y sus caminos son caminos de justicia y de piedad.
***
- El evangelio presenta otra pregunta hipócrita, dictada no por el deseo de saber la respuesta, sino para hacer caer y dejar mal a Jesús. Esta vez, son los saduceos. A este partido, pertenecían grupos del Sanedrín y los sumos sacerdotes. Eran partidarios del orden establecido, en el que tenían un papel hegemónico, y colaboracionistas con los romanos, con los que mantenían un difícil equilibrio de poder. Rechazaban la tradición oral, a la que los fariseos atribuían autoridad divina. No veían en la Escritura la noción de una vida después de la muerte; su horizonte era esta vida, y en ella procuraban mantener su posición de poder y de privilegio. Su pecado era el materialismo, pues sus objetivos en la vida eran, el dinero y el poder propios de la posición social que ocupaban.
- El caso que le presentan corresponde a la ley del «levirato», llevada hasta consecuencias extremas. Tener una descendencia numerosa tenía entonces gran importancia; por ello, la viuda sin hijos se veía en la obligación de volver a casarse con el hermano de su difunto marido. Le proponen el caso de siete hermanos que se casan con la misma mujer y van falleciendo sin dejar descendencia. Los saduceos se apoyaron en esa curiosa situación para tratar de ridiculizar la resurrección. En la resurrección, ¿de cuál de los siete hermanos será la mujer?
- Jesús responde desenmascarando la ignorancia o la malicia de los saduceos. Les reprocha lo equivocados que están, porque no entienden ni la Escritura ni el poder de Dios; porque esta verdad ya estaba revelada en el Antiguo Testamento: así lo enseñaron Isaías, la madre de los Macabeos, Job y otros.
- La resurrección pertenece al dominio de Dios, y por consiguiente escapa al dominio de la imaginación. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos que nos tiene destinados a la vida.
- La otra vida será una existencia distinta de la actual, mucho más espiritual. En la otra vida ya no se casarán las personas ni tendrán hijos, porque ya estaremos en la vida que no acaba. La muerte es un misterio, también para nosotros. Pero estamos destinados a vivir, a vivir con Dios, participando de la vida pascual de Cristo, nuestro hermano.
- La esperanza en la resurrección, es la fuerza capaz de ordenar las realidades humanas en una escala de valores, puesta en la vida eterna. Por eso Jesús enseña que, la vida eterna se dará en la gratuidad y la universalidad, no habrá dominio de unos sobre otros, la existencia será una gran fiesta de vida eterna y plena. La resurrección no puede entenderse en la perspectiva de los valores temporales.
- La esperanza de la vida futura nos ayuda a mirar justamente, y con verdad el presente, ayudándonos a asumir nuestra condición de peregrinos en el mundo. Esta esperanza da consistencia al presente, lo hace fecundo e importante, porque vivimos con la conciencia de que hemos sido arrancados del poder de la muerte, y seremos recuperados totalmente para Dios y en Dios.
- La esperanza en la vida futura nos libera de todo aquello que se presenta ante nuestros ojos como absoluto y, al mismo tiempo, en lugar de alienarnos nos fortalece y estimula en nuestro compromiso con el presente, sanando los límites y las heridas propias de la condición humana. Gracias a la esperanza en la vida futura, los cristianos podemos ser testigos de vida, de gozo y de confianza.
PARA DISCERNIR
- ¿Creemos que Dios es Dios de vida, Dios de vivos que vence a la muerte y engendra vida?
- ¿Creemos que el amor es más fuerte que la misma muerte?
- ¿Dónde se apoya nuestra esperanza?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Señor, Vos sos el Camino, la Verdad y la Vida
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
«No es Dios de muertos sino de vivos»
«Creo en la resurrección de la carne»: El Credo cristiano –profesión de nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en su acción creadora, salvadora y santificadora- culmina en la proclamación de la resurrección de los muertos al fin de los tiempos, y en la vida eterna. Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Jesucristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que él los resucitará en el último día. Como la suya, nuestra resurrección será obra de la Santísima Trinidad… El término «carne» designa al hombre en su condición de debilidad y mortalidad. La «resurrección de la carne» significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros «cuerpos mortales» (Rm 8,11) volverán a tener vida.
Creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana. «La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos; somos cristianos por creer en ella» (Tertuliano)… La resurrección de los muertos fue revelada progresivamente por Dios a su Pueblo. La esperanza en la resurrección corporal de los muertos se impuso como una consecuencia intrínseca de la fe en un Dios creador del hombre todo entero, alma y cuerpo. El creador del cielo y de la tierra es también Aquel que mantiene fielmente su alianza con Abraham y su descendencia. En esta doble perspectiva comienza a expresarse la fe en la resurrección…
Los fariseos y muchos contemporáneos del Señor esperaban la resurrección. Jesús la enseña firmemente. A los saduceos que la niegan responde: «Vosotros no conocéis ni las Escrituras ni el poder de Dios, vosotros estáis en el error». La fe en la resurrección descansa en la fe en Dios que «no es un Dios de muertos sino de vivos». Pero hay más: Jesús liga la fe en la resurrección a la fe en su propia persona: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25). Es el mismo Jesús el que resucitará en el último día a quienes hayan creído en él, y hayan comido su cuerpo y bebido su sangre (Jn 6,40.54).
Comentario del Evangelio por el Catecismo de la Iglesia católica – 988-994
PARA REZAR
Señor, ayúdame a volver a Ti en cada instante de mi vida.
Ayúdame a que mi vida se haga Oración, Encuentro contigo, con tu Voluntad y con mis Hermanos.
Que en momentos de alegría o de sufrimiento, siempre lo comparta contigo,
Señor de la Historia, Dios Justo y Bueno, Amable y Compasivo,
lento a la ira, el Dios que siempre espera.
Y así, sin darme cuenta te conozca cada vez más, te amé cada vez más,
me proponga serte cada día más fiel, movido de un Santo Temor a ofenderte,
a temer el no tratar de amarte como Tú me amás.
En Ti pongo toda mi Esperanza, dame tu Gracia. Amén