Lecturas de hoy Jueves de la 2ª semana de Cuaresma
Lecturas de hoy Jueves de la 2ª semana de Cuaresma
Hoy, jueves, 17 de marzo de 2022
Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías (17,5-10):
Esto dice el Señor:
«Maldito quien confía en el hombre,
y busca el apoyo de las criaturas,
apartando su corazón del Señor.
Será como cardo en la estepa,
que nunca recibe la lluvia;
habitará en un árido desierto,
tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.
Será un árbol plantado junto al agua,
que alarga a la corriente sus raíces;
no teme la llegada del estío,
su follaje siempre está verde;
en año de sequía no se inquieta,
ni dejará por eso de dar fruto.
Nada hay más falso y enfermo
que el corazón: ¿Quién lo conoce?
Yo, el Señor, examino el corazón,
sondeo el corazón de los hombres
para pagar a cada cual su conducta
según el fruto de sus acciones».
Palabra de Dios
Salmo del Día
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,19-31):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
"Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas".
Pero Abrahán le dijo:
"Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros".
Él dijo:
"Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento".
Abrahán le dice:
"Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen".
Pero él le dijo:
"No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán".
Abrahán le dijo:
"Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto"».
Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio de hoy
PARA REFLEXIONAR
- El desierto es el símbolo de la desgracia, es el lugar maldito donde no es posible desarrollarse, la tierra árida que engendra muerte. El hombre sin Dios es como un desierto, vacío dice el profeta, desde esta meditación sapiencial.
- Como contrapartida proclama bendito aquel que pone su esperanza en el Señor, pues no será defraudado. Es maldito quien pone su confianza en el hombre, en las propias fuerzas.
- Dios quiere la vida, quiere la felicidad, quiere bendición para todos.
- Las orillas del agua, echar sus raíces hacia la corriente, no temer el calor; el follaje verde, el fruto continuo son símbolos de alegría, de fecundidad, de solidez, de vida: El justo es comparado a un árbol frutal corpulento lleno de frutos sabrosos.
***
- Esta historia en forma de parábola tiene sus raíces en la vida misma del pueblo. Ya en ese tiempo se daban muchas desigualdades, injusticias, gente demasiado rica y gente demasiado pobre. Jesús ha visto hombres ricos vestidos de púrpura y lino finísimo, teniendo cada día espléndidos banquetes. Este rico puso toda su confianza en lo humano. Lo apostó todo a la riqueza, al placer, a disfrutar a consumir y sacar provecho.
- También Jesús ha visto estos mendigos tirados en las puertas de la ciudad cubiertos de llagas, deseando saciarse con las migajas que caían de la mesa de los ricos y a los perros lamiéndoles las llagas.
- Murió el mendigo y se lo llevaron los ángeles; al pobre se le promete la felicidad. Murió también el rico y estaba en los tormentos. Esta suerte injusta no durará siempre: Jesús anuncia un día, un porvenir en el que los egoísmos y las injusticias ya no existirán.
- La misma situación existe siempre. Hay siempre grandes fortunas, gente que gasta de un modo escandaloso... y a la vez pobres que no tienen lo necesario para vivir humanamente.
- Jesús nos pide que no nos habituemos a esta situación. No dice que la riqueza sea un mal en sí, pero lleva en sí misma el riesgo de «cerrar el corazón a Dios", que nos contentemos con la felicidad de esta vida y olvidemos lo que es esencial. La riqueza comporta el riesgo de «cerrar el corazón a los demás» y no ver al pobre tendido delante de nuestra puerta.
- El egoísmo de muchos "ricos", su seguridad, su cerrazón del corazón, acaban por hacerlos «incapaces de leer los signos de Dios». La muerte no les dice nada; ni la resurrección de un muerto llegará a convencerlos. Han perdido el hábito de ver los «signos» que Dios les hace en su vida ordinaria. Reclamar «signos» es un pretexto para no escuchar y vivir la «palabra de Dios», que no cesa de hablar desde la realidad.
- Las palabras de Jesús pretenden enseñar a la comunidad cómo es necesario ir construyendo el Reino poniendo aquí sus señales. Porque el Reino empieza a acontecer cuando se rompe la barrera de las apariencias, conveniencias, legalismo, divisiones que no producen vida; y se logra vivir la misericordia y la solidaridad con todos.
- Este relato evangélico, pretende formar la conciencia de la comunidad para una superación de las divisiones, y para que testimonie que es posible un mundo donde todos vivamos como hermanos, con la misma dignidad, y donde todos compartamos los mismos bienes de la creación.
- No hemos sido creados para este mundo pasajero y limitado, sino para la vida eterna. No tenemos que esperar el juicio escatológico de Dios, para empezar a cimentar nuestra sociedad, con principios de igualdad y justicia que brotan de nuestro ser hijos de Dios.
PARA DISCERNIR
- ¿Dónde está centrada mi mirada? ¿Puedo mirar más allá de mis aparentes necesidades?
- ¿Puedo descubrir que hay una realidad más amplia que el mundo de mis gratificaciones? ¿Descubro los Lázaros que me gritan en busca de una respuesta?
- ¿Mi caridad con los otros es simplemente institucional, puntual o la siento como un compromiso del corazón?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Dichosos los invitados a la mesa del Señor
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
...Quien sabe olvidarse y perderse en la ofrenda de sí mismo, quien puede sacrificar «gratuitamente» su corazón, es un hombre perfecto. En el lenguaje bíblico, poderse dar, poder entregarse, poder llegar a ser «pobre», significa estar cerca de Dios, encontrar la propia vida escondida en Dios; en una palabra, esto es el cielo. Girar sólo alrededor de uno mismo, atrincherarse y hacerse fuerte significa, por el contrario, condenación, infierno. El hombre puede encontrarse a sí mismo y llegar a ser verdaderamente hombre solamente atravesando el dintel de la pobreza de un corazón sacrificado. Este sacrificio no es un vago misticismo que hace perder consistencia al mundo y al hombre, sino, al contrario, es una toma de consideración del hombre y del mundo. Dios mismo se ha acercado a nosotros como hermano, como prójimo; en resumen, como otro hombre cualquiera [...].
El amor al prójimo no es algo distinto del amor a Dios, sino, por así decir, su dimensión que nos toca, su aspecto terreno: ambas realidades son esencialmente una sola. Así queda garantizado nuestro espíritu de pobreza, nuestra disposición a la donación y al sacrificio desinteresado, por el que actualizamos nuestro ser humanos, siempre y necesariamente en relación con el hermano, con el prójimo. Dichoso el hombre que se ha puesto al servicio del hermano, que hace suyas las necesidades de los demás. Y desdichado el hombre que con su rechazo egoísta del hermano se ha cavado un abismo tenebroso que lo separa de la luz, del amor y de la comunión; el hombre que solamente ha deseado ser «rico» y «fuerte», de suerte que los demás sólo constituyan para él una tentación, el enemigo, condición y componente de su infierno. En el sacrificio que se olvida totalmente de sí, en la donación total al otro es donde se abre y se revela la profundidad del misterio infinito; en el otro, el hombre llega contemporáneamente y realmente a Dios...
J. B. Metz, Pobreza en el espíritu., Brescia 1968, 42-45.
PARA REZAR