Lecturas de hoy Domingo de Pasión - Ciclo C

10.04.2022

Lecturas de hoy Domingo de Pasión - Ciclo C

Hoy, domingo, 10 de abril de 2022

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (50,4-17):
El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Palabra de Dios


Salmo del Día

Salmo 21

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere». 

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.

Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. 

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
«Los que teméis al Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel». 


Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11):
Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de si mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios


Evangelio de hoy

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 14-23, 56

He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi pasión

C. Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo:

X «He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios.»

C. Y tomando una copa, dio gracias y dijo:

X «Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.»

Haced esto en memoria mía

C. Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

X «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.»

C. Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo:

X «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes.»

¡Ay de aquel que va a entregar al Hijo del hombre!

X «La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mí. Porque el Hijo del hombre va por el camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a entregar!»

C. Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso.

Yo estoy entre ustedes como el que sirve

C. Y surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande.

X Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor. Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.

Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas. Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí. Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.»

Tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos

X «Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo, pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos.»

C. Pedro le dijo:

S. «Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte.»

C. Pero Jesús replicó:

X «Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces.»

Debe cumplirse en mí la palabra de la escritura

C. Después les dijo:

X «Cuando los envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?»

C. Respondieron:

S. «Nada»

C. El agregó:

X «Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una. Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura : Fue contado entre los malhechores. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí.»

C. Ellos le dijeron:

S. «Señor, aquí hay dos espadas.»

C. El les respondió:

X «Basta.»

En medio de la angustia, él oraba más intensamente

C. En seguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos. Cuando llegaron, les dijo:

X «Oren, para no caer en la tentación.»

C. Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba:

X «Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»

C. Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.

Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza. Jesús les dijo:

X «¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación.»

Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?

C. Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo:

X «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?»

C. Los que estaban con Jesús, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron:

S. «Señor, ¿usamos la espada?»

C. Y uno de ellos hirió con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. Pero Jesús dijo:

X «Dejen, ya está.»

C. Y tocándole la oreja, lo curó. Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo:

X «¿Soy acaso un ladrón para que vengan con espadas y palos? Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero esta es la hora de ustedes y el poder de las tinieblas.»

Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente

C. Después de arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos. Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y Pedro se sentó entre ellos. Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró fijamente y dijo:

S. «Este también estaba con él.»

C. Pedro lo negó diciendo:

S. «Mujer, no lo conozco.»

C. Poco después, otro lo vio y dijo:

S. «Tú también eres uno de aquellos.»

C. Pero Pedro respondió:

S. «No, hombre, no lo soy.»

C. Alrededor de una hora más tarde, otro insistió, diciendo:

S. «No hay duda de que este hombre estaba con él; además, él también es galileo.»

C. Dijo Pedro:

S. «Hombre, no sé lo que dices.»

C. En ese momento, cuando todavía estaba hablando, cantó el gallo. El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro. Este recordó las palabras que el Señor le había dicho: «Hoy, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces.» Y saliendo afuera, lloró amargamente.

Profetiza, ¿quién te golpeó?

C. Los hombres que custodiaban a Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban;

y tapándole el rostro, le decían:

S. «Profetiza, ¿quién te golpeó?»

C. Y proferían contra él toda clase de insultos.

Llevaron a Jesús ante el tribunal

C. Cuando amaneció, se reunió el Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal y le dijeron:

S. «Dinos si eres el Mesías.»

C. El les dijo:

X «Si yo les respondo, ustedes no me creerán, y si los interrogo, no me responderán. Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso.»

C. Todos preguntaron:

S. «¿Entonces eres el Hijo de Dios?»

C. Jesús respondió:

X «Tienen razón, yo lo soy.»

C. Ellos dijeron:

S. «¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca.»

C. Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato.

No encuentro en este hombre ningún motivo de condena

C. Y comenzaron a acusarlo, diciendo:

S. «Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías.»

C. Pilato lo interrogó, diciendo:

S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»

X «Tú lo dices.»

C. Le respondió Jesús. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud:

S. «No encuentro en este hombre ningún motivo de condena.»

C. Pero ellos insistían:

S. «Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí.»

C. Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo. Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén.

Herodes y sus guardias lo trataron con desprecio

C. Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada. Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia.

Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato. Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos.

Pilato entregó a Jesús al arbitrio de ellos

C. Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo:

S. «Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad.»

C. Pero la multitud comenzó a gritar:

S. «¡Qué muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!»

C. A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio.

Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús. Pero ellos seguían gritando:

S. «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!»

C. Por tercera vez les dijo:

S. «¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad.»

C. Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento. Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo. Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.

Hijas de Jerusalén, no lloren por mí

C. Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo:

X «¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron! Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos! Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?»

C. Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados.

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen

C. Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía:

X «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»

C. Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.

Este es el Rey de los judíos

C. El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían:

S. «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!»

C. También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían:

S. «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!»

C. Sobre su cabeza había una inscripción: «Este es el rey de los judíos.»

Hoy estarás conmigo en el Paraíso

C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:

S. «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»

C. Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo.»

C. Y decía:

S. «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino.»

C. El le respondió:

X «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.»

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu

C. Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó:

X «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.»

C. Y diciendo esto, expiró.

Aquí todos se arrodillan, y se hace una breve pausa.

C. Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando:

S. «Realmente este hombre era un justo.»

C. Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al verlo sucedido, regresaba golpeándose el pecho. Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.

José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro cavado en la roca

C. Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado. Era el día de la Preparación, y ya comenzaba el sábado. Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado. Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que prescribía la Ley.

Palabra del Señor


Reflexión del Evangelio de hoy



PARA REFLEXIONAR

  • Las lecturas nos centran en el modelo del camino pascual, Cristo Jesús, el Siervo de Yahvé, solidario con sus hermanos, que se entrega hasta la muerte que va a pasar, a través de la muerte, a la nueva vida: y así salva a toda la comunidad.
  • El evangelio de Mateo es la cumbre del mensaje de hoy: la comunidad escucha una vez más, desde la fe y la admiración, el camino que ha seguido Jesús a la cruz y a la resurrección. Un camino serio, solidario, prototipo de todo el dolor de la humanidad y también del estilo con que Dios ha asumido nuestro mal y nos ha querido salvar por el perdón y el amor.
  • Las tres lecturas nos muestran la seriedad del dolor de Cristo, y de su aceptación de la cruz. Cristo se ha solidarizado con nuestra condición humana hasta la profundidad de la misma muerte.
  • Pero también hay un tono de esperanza. El Siervo se siente apoyado por Dios: «Mi Señor me ayudaba... y sé que no quedaré avergonzado». En el poema de Pablo se asegura: «Dios lo levantó sobre todo...»
  • Acompañar a Cristo en su Semana Santa supone los dos aspectos: la muerte y la resurrección, el dolor y la alegría, la entrega y el premio. Somos invitados a vivir este misterio de la Pascua en nuestra existencia, aceptando con fidelidad el esfuerzo de ser cristianos y alimentando una confianza absoluta en el Dios que es Padre lleno de amor, y cuya última palabra no es la muerte, sino la vida, como en Jesús. Desde la cruz de Cristo, Dios es compañero del hombre hasta la muerte. No es ya un Dios impasible, que contempla de lejos nuestras tragedias y que nada quiere hacer para aliviar nuestros sufrimientos. Por la Cruz de Cristo, se nos revela que Dios está siempre a nuestro lado, que calla y acepta sufrir hasta el final toda amargura, que vence la violencia con el amor y el perdón, que vence la misma muerte. Si lo acompañamos a la cruz, también participaremos de su nueva vida de Resucitado.
  • Somos invitados a vivir este misterio de la Pascua como Iglesia. En ella continúan los dolores de Cristo, porque la comunidad cristiana es el lugar de la lucha contra el mal. En ella debemos recoger todos los sufrimientos de los hombres, causados en último término por el pecado, y, luchando esperanzadamente contra los egoísmos y las faltas de amor siendo signo de la gran compasión de Dios. No hay ningún dolor humano que pueda ser ajeno a la Iglesia.
  • La pasión de Cristo continúa hoy en todos los hombres que sufren cualquier clase de dolor físico o moral: hambre y desnudez, pobreza y abandono, tristeza, desesperación, falta de comprensión y amor. Continúa, de modo especial, en todos los hombres que son víctimas del odio de los demás hombres. Esto significa, en último término, que el único signo válido de la lucha de los cristianos contra el pecado es la «compasión» efectiva de todo el inmenso dolor de la humanidad.
  • Jesús en la cruz ha destruido el mal profundo de los hombres. Con su entrega ha destruido nuestra incapacidad para amar de verdad, con un amor de generosa donación y no de posesión egoísta. Jesús tendido en la cruz ha rehecho los puentes entre el Padre y los hijos dispersos. Nos ha reconciliado. El ha vencido por nosotros; El ha iniciado la humanidad salvada y salvadora.
  • El Padre que ha resucitado victorioso a Jesús, que lo ha acogido con alegría como el primero de muchos hermanos; en Él todos hemos sido ya, en la certeza que nos da esperanza, acogidos y resucitados.


PARA REZAR

LO SABES, SEÑOR
Que con tu entrada en Jerusalén, con asno incluido,
se cumple lo anunciado por los profetas
Que, los que hoy te aclaman, y te exaltamos,
aun recordando tus milagros y tus hazañas,
tus palabras y tu consuelo
muy pronto, a la vuelta de la esquina,
cambiaremos las palmas por el "reo de muerte"
LO SABES, SEÑOR
Que, como Pedro, hoy prometemos amistad sin fisuras
te cantamos himnos y alabanzas
y, mañana, fingiremos no haberte conocido
o esconderemos nuestros rostros
en un intento de no complicarnos la vida
LO SABES, SEÑOR
Que, el arco de triunfo que hoy levantamos
pronto lo brindaremos al mejor postor
a los simples reyes de la tierra
a los que, sin tener palabras eternas,
nos seducen y nos confunden
nos alejan de Ti y nos apartan de tu Gracia
LO SABES, SEÑOR
Que, la corona que te espera,
no es de oro, sino forjada por espinas
Que, el trono que te aguarda,
no está tallado en madera de ébano
y sí esculpida en cruz que produce vértigo y llanto
LO SABES, SEÑOR
Que nuestro sí, mañana será un no
Que nuestros cantos, se convertirán en silencios
Que nuestros vítores, darán lugar a deserciones
Que nuestros gritos, se tornarán en timidez
LO SABES, SEÑOR
Que, tu entrada en Jerusalén,
es el inicio de una aventura teñida de sufrimiento
de sacrificio, prueba y muerte...
pero con redención final
LO SABES....SEÑOR
Javier Leoz

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