El milagro "desmilagrado"... ¡porque sí! José Luis Aberasturi

17.08.2021

Érase una vez que se era... Y lo que toda la vida de Dios y de su Iglesia se ha llamado "el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces",-por cierto: milagro repe, pues el Señor Jesús lo realiza dos veces si no me equivoco-, a partir de la semana pasada [domingo XVIII del TO], se ha convertido "milagrosamente" en "el milagro del compartir"... ¡que no es ningún milagro, que se sepa!

"¡Manda rosas...!".

Esto, como tantas otras cosas desde hace unos años y desde Roma, ¿a qué viene? ¿A qué responde? ¿Aporta algo positivo a la Fe de los hijos de Dios en su Iglesia en medio del mundo? O, por el contrario, ¿no es un nuevo mazazo a la Fe de la gente, por dárselo a la misma Palabra de Dios, Revelacion Divina por excelencia?

Vamos a entrarle al tema, pues no se puede dejar así. Inaceptable: está en juego mucho más que la credibilidad de una persona, por muy alta que esté en la Iglesia, que no la Institución que representa; está en juego el mismo Fundamento de la Fe, que tiene, en los Milagros obrados por Cristo, uno de sus más y mejores Criterios y Fundamentos de Credibilidad: ¡son obras exclusivas de Dios!

Y solo de Dios: nadie más puede hacer milagros por propia Virtud, Deseo y Poder. Y demuestran a la vez -los que se nos relatan en los Santos Evangelios-, plena y definitivamente la DIVINIDAD de Cristo y la EXISTENCIA de Dios. Dos "cosas", en un mismo obrar. Por supuesto, para el que quiera creer. Que esto es self service..., si se me permite la expresión aplicada a este caso.

Naturalmente, acabo de leer el discurso del Santo Padre al respecto: esto sí había que leerlo para poder hablar con conocimiento de causa. Y lo que comunica..., en fin: ustedes mismos.

Entiendo, en parte, lo que nos ha querido decir: animarnos a compartir con los demás; algo que, por supuesto, es de una gran generosidad. Máxime, cuando se comparte no ya con lo necesario sino con TODO lo que se tiene. Es el caso, por ejemplo, de aquella pobre mujer que echó en el cepillo del Templo dos moneditas; pero Jesús nos dirá que echó más que nadie, porque ha echado TODO lo que tenía para vivir.

Pero, aparte de que "el compartir" no es el sumum de la Vida Católica, porque el sumum es Cristo, no es el caso de este chaval, el de los 5 panes y los 2 peces: él no los entrega a la gente; como muy dice el Papa sería absurdo y ridículo; y así lo expresan también los Apóstoles: ¿qué es esto para tanta gente?

Porque el chico no se pone a compartir nada: él se los da a Jesús, que no es lo mismo; lo pone todo a su disposición, seguramente enviado y animado a hacerlo así por sus padres; y estos, fijo, animados por el "recuento" de existencias que habrían hecho los Apóstoles, al menos entre las gentes más próximas.

Y aquí vuelve a intervenir, con razón, el modo de verlo del Papa: con lo poco nuestro, puesto con generosidad al servicio de Jesús, Él hace cosas grandes. Muy cierto. Y a esto nos anima el Santo Padre con fuerza: poner lo nuestro, por ponernos nosotros mismos, al servicio de Jesús.

¿Es esto un "milagro"? Por NADA y para NADA. Solo de un modo "impropio" se puede hablar aquí y en esto como tal. Como cuando se dice "ha sido un milagro" referido a que, después de un terremoto y de que hayan pasado bastantes días, aún se encuentre a alguien con vida: porque se ha formado como una estructura que ha protegido a esa gente y, al final, las han encontrado. O como podríamos señalar como "milagro" ese aluvión de gentes -más de 10.000- que llevaban tres días tras Él...

El MILAGRO está, como es bien sabido pues así nos lo cuentan los Evangelios -Palabra de Dios, única y exclusivamente; por tanto, las exégesis hay que hacerlas siempre en línea con lo expresado por Dios: sin pretender ir más allá, ni quedarse tampoco más acá-, en la MULTIPLICACIÓN de esos panes (5) y de esos peces (2): ¡es que comieron hasta saciarse 5.000 hombres, sin contar mujeres y niños!

Si esto no es un milagro "que baje Dios y lo vea". Bueno: no baja, porque ya estaba allí.

Por supuesto, son conocidos los intentos -persistentes, obcecados, infames y blasfemos- que, a lo largo de la Historia, ha sufrido la Iglesia, pretendiendo DESMITIFICAR los Milagros: para, ya puestos, DESMITIFICAR a Dios, que los obra, y a la Iglesia Católica que los transmite, como no puede ser de otra manera.

Ha sido obra de sacerdotes y/o religiosos, renegados, infieles a su vocación y condición. También lo han pretendido protestantes y aficionados, en un intento de arrasar con LO CATÓLICO, como es su "obligación".

Pero, otras veces, ha sido obra de "católicos" bien o mal intencionados -Dios sabrá- que, en su buenismo, o en sus propias carencias, o por sus personales formas de entender, o en sus "locuras", se ponen a "interpretar" aquello para lo que no están capacitados; y acaban diciendo lo que no deberían atreverse a decir NUNCA. Porque se lían y la lían. La lían MÁS, y a PEOR.

El Milagro aquí, el verdadero y el único Milagro -porque no hay otro-, es el que se nos cuenta de parte de Dios: Jesús -sí, Jesús: no el chaval, ni los Apóstoles, ni el gentío, ni Herodes, ni María Magdalena, ni la Samaritana, ni tú ni yo-, tomó los panes y los peces, los bendijo, los partió y se los dió a los suyos para que los repartiesen a las gentes.

Gentes, de las que se había compadecido, pues llevaban tres días tras Él, y ya no tenían ni qué comer: se les había acabado todo lo que llevaban. Gentes, a las que previamente había hecho que se sentasen. Y antes que nada, viendo la necesidad de todas ellas, les había dicho a sus discípulos: ¡Dadles vosotros de comer!

¿Por qué? ¿Para tender una "trampa" a los suyos? Para nada: para que les quedase bien patente -a ellos y a nosotros, a la vuelta de 2.000 años y hasta el fin del mundo-, que era Él, y solo Él quien iba a proveer MILAGROSAMENTE.

Y no hay más milagro. Y bien gordo. Pero menos, tampoco.

Pretender que aquí, en ese obrar de Jesucristo, se pudiera dar la soberbia, etc., como dice el Santo Padre... Bueno, juzguen ustedes si quieren. Que yo ya ni me atrevo, la verdad.

Porque esto no acaba aquí. Esta escena -este milagrazo de la "multiplicación de los panes y de los peces"-, es la antesala de lo que vendrá después. Y no "el compartir".

Me refiero al "Discurso Eucaristíco", donde nos hablará por extenso, con detenimiento y profundidad de la verdad más grande de la Fe Católica: la Eucaristía: Cristo Sacramentado, Eucaristizado. Discurso que el Jueves Santo lo hará realidad: lo hace real y presente entre nosotros y sin solución de continuidad, con la Institución de la Eucaristía: "lo prometido es deuda"; y más en Jesús, que CUMPLE siempre.

Discurso que señalará a continuación y desde entonces, ante la fijación e insistencia de Jesús en su contenido real, un ANTES y un DESPUÉS de la relacion de la gente con Jesús: le abandonarán muchos. Dura es esta doctrina, dirán, excusándose. Y se largarán "con viento fresco". O caliente. Pero se largarán.

Y el ESCÁNDALO continúa hoy día, con notoria y triste actualidad. En esto, poco hemos "progresado", la verdad... Pues el ESCÁNDALO persiste. ¡Y de qué modo!

Porque, para el Demonio, es la verdadera BARRERA que aún le constriñe señorear en la Iglesia y en el mundo: Jesús Presente, Vivo, Real, Anhelante de nuestro cariño, Amante hasta la locura, siempre Disponible, atendiéndonos siempre -Venid a Mí, nos ha dejado dicho y escrito-, incluso más allá de lo que le podamos pedir. Y ofreciéndose de continuo por todos nosotros.

Él es, para el demonio y sus millones de fans, dentro y fuera de la Iglesia, el verdadero y único obstáculo que está eficazmente presente entre nosotros: Jesucristo. Y hay que derribarlo, ¡a como dé lugar!

De aquí viene la desacralización de lo Sagrado, el libertinaje -permitido, cuando no fomentado desde arriba- en la Liturgia, la incitación a la Comunión en pecado grave -en situación estable y grave de pecado, asumiendo públicamente posturas que chocan frontalmente con la Doctrina Católica-, sin facilitar las Confesiones -callando su necesidad, dificultando su práctica, o pervirtiéndola con las "confesiones comunitarias", o simplemente negando su necesidad-, etc.

TODO tiene cabida y cauce para ARRASAR la EUCARISTÍA.

Y me callo por hoy, que ya va bueno...

¡Qué ansias de DESAGRAVIO y REPARACIÓN hemos de fomentar en nuestras almas -pidiéndoselo con fervor y grandes deseos de que Él lo haga realidad dentro de nosotros- para constrarrestar todos estos desatinos sacrílegos!

Es nuestra Última y Única posibilidad de vencer y de ser fieles a Jesús, nuestro Dios y Señor.

Extraído de Infocatólica.com


José Luis Aberasturi, sacerdote, filólogo, filósofo y teólogo-moralista.
He trabajado prácticamente siempre en la enseñanza, primero como profesor, y luego como sacerdote en la capellanía. Publiqué, "Educar la conciencia", dirigido específicamente a padres, educadores y catequistas con niños pequeños, para ayudarles a que se implicasen en la educación moral de los mismos; está casi agotada la 3ª edición.