Domingo de Ramos

13.04.2025

Primera Lectura

Lectura del libro de Isaías (50,4-17):

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Palabra de Dios


Salmo del Día

Salmo 21

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere». R.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.

Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
«Los que teméis al Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel». R.


Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11):

Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de si mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios


Evangelio

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (22,14–23,56):

En aquel tiempo, los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los escribas llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
No encuentro ninguna culpa en este hombre
C. Y se pusieron a acusarlo diciendo
S. «Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos
al César, y diciendo que él es el Mesías rey».
C. Pilatos le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. El le responde:
+ «Tú lo dices».
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. «No encuentro ninguna culpa en este hombre».
C. Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.
C. Pero ellos insitían con más fuerza, diciendo:
S. «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí».
C. Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y, al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes,
que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio
C. Herodes, al vera a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea; pero él no le contestó nada.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre si.
Pilato entregó a Jesús a su voluntad
C. Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistradosy al pueblo, les dijo:
S. «Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogadodelante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
C. Ellos vociferaron en masa:
S. «¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás».
C. Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando:
S. «¡Crucifícalo, crucifícalo!».
C. Por tercera vez les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpaque merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
C. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío.
Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.
Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí.
C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: «Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Caed sobre nosotros», y a las colinas: «Cubridnos»; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿que harán con el seco?».
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
C. Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
+ «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».
C. Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte.
Este es el rey de los judíos
C. El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo:
S. «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
C. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
S. «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
C. Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos».
Hoy estarás conmigo en el paraíso
C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
S. «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
C. Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
S. «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada».
C. Y decía:
S. «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
C. Jesús le dijo:
+ «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
C. Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».
C. Y, dicho esto, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios diciendo:
S. «Realmente, este hombre era justo».

Palabra del Señor


Reflexión del Evangelio 

Por el Padre Daniel Manzuc


Por Monseñor Munilla





PARA REFLEXIONAR

  • Las lecturas nos centran en el modelo del camino pascual, Cristo Jesús, el Siervo de Yahvé, solidario con sus hermanos, que se entrega hasta la muerte que va a pasar, a través de la muerte, a la nueva vida: y así salva a toda la comunidad.
  • Las tres lecturas nos muestran la seriedad del dolor de Cristo, y de su aceptación de la cruz. Cristo se ha solidarizado con nuestra condición humana hasta la profundidad de la misma muerte.
  • Pero también hay un tono de esperanza. El Siervo se siente apoyado por Dios: «Mi Señor me ayudaba… y sé que no quedaré avergonzado». En el poema de Pablo se asegura: «Dios lo levantó sobre todo…»
  • Acompañar a Cristo en su Semana Santa supone los dos aspectos: la muerte y la resurrección, el dolor y la alegría, la entrega y el premio. Somos invitados a vivir este misterio de la Pascua en nuestra existencia, aceptando con fidelidad el esfuerzo de ser cristianos y alimentando una confianza absoluta en el Dios que es Padre lleno de amor, y cuya última palabra no es la muerte, sino la vida, como en Jesús. Desde la cruz de Cristo, Dios es compañero del hombre hasta la muerte. No es ya un Dios impasible, que contempla de lejos nuestras tragedias y que nada quiere hacer para aliviar nuestros sufrimientos. Por la Cruz de Cristo, se nos revela que Dios está siempre a nuestro lado, que calla y acepta sufrir hasta el final toda amargura, que vence la violencia con el amor y el perdón, que vence la misma muerte. Si lo acompañamos a la cruz, también participaremos de su nueva vida de Resucitado.
  • Somos invitados a vivir este misterio de la Pascua como Iglesia. En ella continúan los dolores de Cristo, porque la comunidad cristiana es el lugar de la lucha contra el mal. En ella debemos recoger todos los sufrimientos de los hombres, causados en último término por el pecado, y, luchando esperanzadamente contra los egoísmos y las faltas de amor siendo signo de la gran compasión de Dios. No hay ningún dolor humano que pueda ser ajeno a la Iglesia.
  • La pasión de Cristo continúa hoy en todos los hombres que sufren cualquier clase de dolor físico o moral: hambre y desnudez, pobreza y abandono, tristeza, desesperación, falta de comprensión y amor. Continúa, de modo especial, en todos los hombres que son víctimas del odio de los demás hombres. Esto significa, en último término, que el único signo válido de la lucha de los cristianos contra el pecado es la «compasión» efectiva de todo el inmenso dolor de la humanidad.
  • Jesús en la cruz ha destruido el mal profundo de los hombres. Con su entrega ha destruido nuestra incapacidad para amar de verdad, con un amor de generosa donación y no de posesión egoísta. Jesús tendido en la cruz ha rehecho los puentes entre el Padre y los hijos dispersos. Nos ha reconciliado. Él ha vencido por nosotros; Él ha iniciado la humanidad salvada y salvadora.
  • El Padre que ha resucitado victorioso a Jesús, que lo ha acogido con alegría como el primero de muchos hermanos; en Él todos hemos sido ya, en la certeza que nos da esperanza, acogidos y resucitados.


PARA REZAR

Lo sabes, Señor

Que con tu entrada en Jerusalén, con asno incluido,

se cumple lo anunciado por los profetas

Que, los que hoy te aclaman, y te exaltamos,

aun recordando tus milagros y tus hazañas,

tus palabras y tu consuelo

muy pronto, a la vuelta de la esquina,

cambiaremos las palmas por el "reo de muerte"

Lo sabes, Señor

Que, como Pedro, hoy prometemos amistad sin fisuras

te cantamos himnos y alabanzas

y, mañana, fingiremos no haberte conocido

o esconderemos nuestros rostros

en un intento de no complicarnos la vida

Lo sabes, Señor

Que, el arco de triunfo que hoy levantamos

pronto lo brindaremos al mejor postor

a los simples reyes de la tierra

a los que, sin tener palabras eternas,

nos seducen y nos confunden

nos alejan de Ti y nos apartan de tu Gracia

Lo sabes, Señor

Que, la corona que te espera,

no es de oro, sino forjada por espinas

Que, el trono que te aguarda,

no está tallado en madera de ébano

y sí esculpida en cruz que produce vértigo y llanto

Lo sabes, Señor

Que nuestro sí, mañana será un no

Que nuestros cantos, se convertirán en silencios

Que nuestros vítores, darán lugar a deserciones

Que nuestros gritos, se tornarán en timidez

Lo sabes, Señor

Que, tu entrada en Jerusalén,

es el inicio de una aventura teñida de sufrimiento

de sacrificio, prueba y muerte…

pero con redención final

Lo sabes, Señor

Javier Leoz




Liturgia. 

Santoral. 

Evangelio en audio.