Cuatro casos prácticos (y medio) de aplicación de Fiducia supplicans Bruno

04.01.2024

Cuatro casos prácticos (y medio) de aplicación de Fiducia supplicans

Bruno, el 2.01.24 a las 10:46 PM

Estos últimos días hemos hablado mucho sobre Fiducia supplicans, el documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe que permite dar la bendición a las parejas en situación matrimonial irregular o del mismo sexo. Hay que reconocer que, en el plano teórico, en el texto del documento se ofrecen múltiples garantías de que estas bendiciones no se van a utilizar de forma indebida, para saltarse la doctrina católica sobre la sexualidad y el matrimonio.

En el documento se nos asegura, por ejemplo, que con las bendiciones "no se pretende legitimar nada, sino sólo abrir la propia vida a Dios, pedir su ayuda para vivir mejor", que son "un pedido de auxilio a Dios, un ruego para poder vivir mejor" y están destinadas a personas que "desean encomendarse al Señor y a su misericordia, invocar su ayuda, dejarse guiar hacia una mayor comprensión de su designio de amor y de vida", para "responder a la voluntad del Señor" y que el ministro puede pedir para las personas bendecidas "la luz y la fuerza de Dios para poder cumplir plenamente su voluntad". En ese sentido, se reconoce que "la Iglesia no tiene potestad para conferir su bendición litúrgica cuando ésta, de alguna manera, puede ofrecer una forma de legitimidad moral a una unión que presume de ser un matrimonio o a una práctica sexual extramatrimonial". Resumiendo, según el documento, las bendiciones permitidas están dirigidas a personas que quieren pedir la ayuda de Dios para salir del pecado y cumplir la voluntad de Dios y en ningún caso pueden ofrecer legitimidad a las prácticas sexuales extramatrimoniales.

Como, por desgracia, es frecuente que las palabras se las lleve el viento, los lectores estarán de acuerdo en que conviene contrastar esas palabras con los hechos. Dos semanas después de la firma de Fiducia supplicans podemos considerar cuatro casos prácticos (o mejor, cuatro y medio) de aplicación de la misma, para comprobar si esas garantías que nos ofrecía eran reales. Como dice el proverbio ruso que recordó Reagan en relación con el desarme nuclear: confía, pero verifica.

1. Veamos en primer lugar la aplicación realizada por un conocido oponente de la moral católica en este ámbito, el P. James Martin SJ. Este jesuita, que desde hace mucho tiempo hace todo lo posible por conseguir que la Iglesia abandone su doctrina tradicional relativa a las relaciones entre personas del mismo sexo, no perdió tiempo en anunciar a bombo y platillo la primera bendición que había realizado él mismo de una pareja de amigos suyos "según las nuevas directrices establecidas por el Vaticano". Para entender el gesto, conviene señalar que estos amigos están "casados" y se da el caso de que uno de ellos es "profesor de teología" en una universidad católica y especializado en promover el pensamiento LGTB. Es decir, no existe en este caso ningún arrepentimiento, sino lo contrario: el anuncio público de su relación, presentada siempre como algo bueno, bendecible y querido por Dios.

Por si acaso podía quedar alguna ambigüedad en el gesto, el propio P. Martin SJ explicaba su sentido en Twitter: "se trata de un gran paso adelante en el ministerio de la Iglesia para con las personas LGTB y reconoce el deseo de las parejas del mismo sexo de contar con la presencia y la ayuda de Dios en sus relaciones comprometidas y amorosas". ¿No nos había dicho el Dicasterio para la Doctrina de la Fe que se trataba de lo contrario, de bendecir a personas que deseaban abandonar esas relaciones para cumplir la ley de Dios y querían la bendición precisamente para que les ayudara a cambiar de vida? ¿Es que dar publicidad a esta bendición de dos personas que no se arrepienten de nada puede ser otra cosa que un intento de legitimar esas prácticas sexuales extramatrimoniales, algo que, según la declaración, la Iglesia nunca puede hacer?

2 y 2½. En fin, quizá no sea un buen ejemplo alguien que anteriormente ya estaba a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. Consideremos entonces el caso de un laico que no era conocido por rechazar la moral de la Iglesia en este campo, sino más bien por lo contrario: Chris Christie, político católico norteamericano y antiguo gobernador de Nueva Jersey, que, en su trayectoria política, siempre se había opuesto públicamente hasta ahora a la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo.

El pasado jueves, sin embargo, Christie anunció que abandonaba lo que su familia y la Iglesia le habían enseñado desde pequeño y que, en adelante, estaría a favor del "matrimonio" entre personas del mismo sexo. Para explicar el cambio señaló que "hace una o dos semanas que el Papa Francisco permite las bendiciones de parejas del mismo sexo" con Fiducia supplicans y que él entendía que eso significaba que "hasta la Iglesia está cambiando".

Ciertamente, en el documento vaticano se dice expresamente lo contrario y se nos asegura que la doctrina no ha cambiado, pero ¿de verdad se equivoca Christie al deducir que lo verdaderamente importante es lo que de hecho permite el documento y no las posiblemente retóricas garantías de continuidad? Consideremos un hecho significativo, que creo que puede valer como "caso 2½". Inmediatamente después de la aprobación de Fiducia supplicans, la revista America de los jesuitas norteamericanos publicó un gran anuncio pagado en el New York Times en el que se decía esto: "El Papa Francisco permite las bendiciones de parejas en relaciones del mismo sexo. La Iglesia Católica está cambiando". ¿No nos habían dicho que seguía todo igual?

Creo que resulta bastante comprensible que un político seglar como Chris Christie saque la conclusión de que la "Iglesia está cambiando" en relación con las parejas del mismo sexo, cuando la principal revista católica norteamericana, propiedad de la misma orden del Papa, le asegura que la "Iglesia Católica está cambiando" porque se ha publicado un documento en el que el Papa permite la bendición de esas parejas, sin que esa revista haya sido llamada al orden por ninguna autoridad eclesial. Y es bastante comprensible que la misma conclusión la saquen infinidad de seglares católicos. Es más, uno puede incluso sospechar que la finalidad del documento es precisamente dar esa impresión y constituir un paso más en la legitimación de la equiparación del matrimonio con otros tipos de parejas, ya sea de divorciados o de personas del mismo sexo, porque ese es inevitablemente su resultado.

3. Todavía se podría alegar que un político, un jesuita heterodoxo y una revista jesuita no son buenos ejemplos. Consideremos, pues, a un obispo español, todo un sucesor de los Apóstoles, y veamos cómo aplica Fiducia supplicans. El obispo de Almería, Mons. Gómez Cantero, en una entrevista para la emisora COPE señaló que él ya había realizado las bendiciones que permite Fiducia incluso antes de que se aprobara el documento y explicó una de las ocasiones en que así lo había hecho con una pareja del mismo sexo:

"Recuerdo que estaba en la Basílica del Pilar, en Zaragoza. Me levanté del camarín de la Virgen e iba hacia la puerta y vinieron dos jovencitos y me pidieron… ay padre, ¿nos podría dar la bendición? Pues sí, ¡cómo no! Entonces cuando les iba a dar la bendición, ellos se agarraron de la mano; les hice una cruz a cada uno en la frente e hice la bendición de la Biblia… que busques el rostro de Dios, que el Señor os bendiga etc… es decir, que no soy ningún adelantado, ya lo he hecho y lo que más me impresionó es que se pusieron a llorar los dos y se abrazaron los dos críos y se fueron al camarín de la virgen a rezar".

Todo muy emotivo, pero conviene señalar la ausencia del más mínimo reconocimiento por parte de los interesados de que su conducta pueda ser inmoral a los ojos de Dios. Al contrario, piden una bendición como pareja, obviamente porque consideran que su relación es algo bueno. Y un obispo, de forma pública, les da esa bendición, con lo que cualquier persona que lo vea recibe la impresión de que la Iglesia piensa, al igual que ellos, que su relación es algo bueno (porque es inimaginable que el obispo hiciera eso con algo que realmente considerase malo, como una organización neonazi o un caso de pederastia). Y, finalmente, se ponen a llorar y se abrazan, claramente porque entienden que la Iglesia, por fin, les ha dado esa aprobación a lo que hacen que tanto deseaban, y se van a rezar juntos al camarín de nuestra Señora por la misma razón.

A esto se suma que el señor obispo hace publicidad del caso, incluida la ausencia de arrepentimiento, en una entrevista en la radio. ¿Cómo va a llevar eso entre los oyentes a alguna conclusión que no sea que esas parejas son maravillosas y conmovedoras? Es decir, a legitimarlas, exactamente lo mismo que en los casos anteriores. ¿Casualidad?

4. Supongo que, a estas alturas, los más ardientes defensores del documento alegarán que incluso un obispo podría estar aplicando de forma equivocada las normas de Fiducia supplicans. Por suerte, tenemos un ejemplo de la fuente más autorizada posible: el propio Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el cardenal Víctor Manuel Fernández. En una entrevista concedida al diario ABC, el cardenal imaginó uno de los casos prácticos que, a su juicio, justificarían una de estas bendiciones:

"Imagine usted que, en medio de una gran peregrinación, una pareja de divorciados en nueva unión le dice al cura: 'Por favor, bendíganos. No conseguimos empleo y él está muy enfermo, la vida se nos vuelve muy pesada, que Dios nos ayude'. ¿Usted negaría esa bendición? ¿Y si fueran gais, la negaría?"

Lo primero que resulta evidente es que la mención de la enfermedad, el desempleo y la vida que se les vuelve "muy pesada" es puro sentimentalismo, porque no tiene nada que ver con la moralidad de su comportamiento. Y, de hecho, es muy mala señal: cuando un "razonamiento" teológico se apoya en el sentimentalismo es que anda muy escaso o del todo carente de verdaderas razones y su irracionalidad tiene que esconderse bajo una densa capa de sentimientos. Que un Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe use estas técnicas para oscurecer una cuestión moral en lugar de aclararla es, ya por sí solo, lamentable y suficiente para considerar que no está cualificado para desempeñar adecuadamente el puesto que ocupa.

En cualquier caso, una vez más, observamos en los bendecidos la ausencia completa de arrepentimiento o conciencia de que lo que hacen está mal y también la ausencia completa de indicaciones en ese sentido por parte del bendecidor. Ni ellos se arrepienten ni él les dice que deben hacerlo, de manera que, de hecho, se está bendiciendo y legitimando a los ojos de todos lo único que puede llevar a una persona al infierno, que es la pertinacia en el pecado, la impenitencia, que es aún más grave cuando, como se dice en el ejemplo, alguien está "muy enfermo" y, por lo tanto, es muy posible que su muerte esté cercana.

En conclusión, todos los casos prácticos examinados muestran que, a pesar de lo que se nos asegura, no se trata de bendiciones para personas que quieren cumplir la voluntad de Dios y lo intentan, aunque sea con caídas y nuevos arrepentimientos. La realidad es que son bendiciones para personas que quieren seguir pecando y que desean que la Iglesia (y, por lo tanto, Dios) bendiga ese pecado y se adapte a él sin que ellos cambien de conducta. Dicho de otra manera, quieren que se legitime su comportamiento. Esa es la realidad que ya se descubría entre líneas al leer el documento (pese a todas las protestas en sentido contrario) y que ahora se hace completamente obvia al observar las bendiciones en la práctica.

Por desgracia, no es la primera vez que esto sucede. Pasó lo mismo con la comunión para los divorciados en una nueva unión tras Amoris Laetitia. Se nos aseguró solemnemente que no era una "carta blanca" para que todos comulgaran, sino un lento proceso de discernimiento y acompañamiento, tras el cual podría darse la comunión a algunos divorciados que cumplieran una serie de condiciones. ¿Cuál es la realidad? Monseñor Gabriel Antonio Mestre, nombrado arzobispo de La Plata por el Papa el pasado verano, lo dejó caer en una entrevista: "La perspectiva de Francisco, que está totalmente instalada en nuestra iglesia, donde un divorciado en nueva unión puede acercarse a confesarse y a comulgar si quiere con total y absoluta libertad. Eso hasta hace siete años no se podía y ahora se puede de manera totalmente libre". Cualquier parecido con lo que se nos prometió es pura coincidencia: el proceso, el acompañamiento y el discernimiento eran solo excusas, porque nadie tenía intención de exigir esos requisitos en la práctica. Y, como las excusas tuvieron éxito, ahora vuelven a hacer lo mismo, con promesas que, desde el primer momento, saben que nadie va a cumplir.

Es imposible no recordar lo que dijo Solzhenitsyn: "Sabemos que nos mienten. Ellos saben que nos mienten. Saben que sabemos que nos mienten. Sabemos que ellos saben que sabemos que nos mienten. Y sin embargo, siguen mintiendo". Que, en lugar de en la Unión Soviética, ahora esto suceda al más alto nivel en la Iglesia es, como poco, desolador.


Extraído de infocatolica.com


Bruno M. es laico y ha sido bendecido por Dios con tres hijos y una esposa mucho mejor de lo que merece. A pesar de su escasa habilidad literaria, se empeña en ofrecer al mundo sus ocurrencias sobre todo y nada en este blog, siempre desde la fe católica y la razón. También colabora regularmente con Radio H.M. Para purgar sus pecados, forma parte del Consejo de Redacción de InfoCatólica