(486) Encontrarse, ¿para qué?        Alonso Gracián

31.08.2021

La Iglesia de Cristo, es decir, la Iglesia católica, siempre ha sido defensora de los Mandamientos. Primero, porque Cristo mismo defiende los Mandamientos, hasta los resume, para que mejor los asimilemos. Y por eso dice: «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, aquél es el que me ama; y el que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré á él.» (Jn 14, 21).

Segundo, porque los Mandamientos están vigentes, no han caducado, participan del Logos, que es eterno. Se han abrogado preceptos ceremoniales y judiciales, pero no los Mandamientos. Esta parte de la ley antigua, que es ley natural moral, no está enterrada, sino, más aún, ¡renovada!, porque ha sido incluso re-comunicada por Revelación, para ser conocida sobrenaturalmente y asentida hasta la muerte, si es preciso (eso hicieron los mártires).

La persona singular, o la sociedad, que actúe contra los Mandamientos, no sólo no ama a Cristo, sino que le odia, y odiar a Cristo, que es causa de vida, significa toda clase de calamidades: adulterios, abortos, eutanasia, ateísmo, fornicación, rebelión de los hijos contra los padres, anticoncepción, usura, idolatrías legales, panteísmos,... injusticias sin cuento....

Ya lo dijo Nuestro Señor. Sin Él no podemos hacer NADA (Cf. Jn 15, 5). Ni a nivel personal ni a nivel social. No debemos entender esto como que sin la gracia sobrenatural no podemos hacer nada, puesto que hay bienes naturales que podemos hacer ayudados por mociones creaturales, mediante las que Dios nos mueve naturalmente.

Sino que, sin la intercesión de Cristo Crucificado, satisfaciendo al Padre por nosotros, no podemos obtener las mociones naturales y sobrenaturales que necesitamos personal y socialmente para vivir con dignidad, (porque Dios Padre está irritado con nosotros, somos hijos de su ira e inmundos a sus ojos, dice Trento ses VI); es Cristo quien, satisfaciendo por nosotros, nos reconcilia, nos obtiene bienes, nos hace objeto del amor de Dios, en virtud de su Sangre.

Se dice ahora que lo verdaderamente importante no son los Mandamientos, sino el encuentro personal con Jesús. No importaría tanto lo que hicieras mientras creyeras en Cristo. Pero si los Mandamientos, en realidad, no importan tanto para estar en gracia (en estado de encuentro amistoso con Dios), entonces podrías casarte civilmente con otra mujer, blasfemar en momentos de agobio, ver pornografía, reducir a la pobreza a muchos a costa de impuestos e intereses, abusar del culto y corromperlo con genialidades, etc., etc., sin que eso sea un problema real. La ecología, la corrupción o el cambio climático, eso sí que serían problemas. Al mismo tiempo que se transgreden los mandamientos se podría continuar en gracia de Dios, habría atenuantes y amortiguadores de culpa a los que aferrarse.

Es de sentido común que la ley moral no ha caducado, y que estamos bajo la ley natural, es decir, que hay que guardar y cumplirla en estado de gracia, esto es, meritoriamente. Porque la ley moral, guardada en gracia, da vida, aumenta la santificante, lleva al cielo.

Los Mandamientos no han caducado, y si los transgredimos, pecamos, y si pecamos mortalmente rechazamos, escupimos, flagelamos, burlamos, crucificamos a Cristo otra vez.

Cabe preguntarse si los mandamientos, ahora, se consideran meras "normas generales", como en un reglamento administrativo. Transgredirlas no sería pecado, sino situación irregular. Entonces el pecado ya no sería deuda, sino sólo ofensa. Y si el pecado no nos endeuda con Dios, no sería necesario un Sacrificio que pagara esa deuda, no sería urgente la expiación, no importaría la satisfacción vicaria, sino la fiesta y la alegría, porque Dios nos amaría a todos y a todos salvaría, en cualquier circunstancia, hiciéramos lo que hiciéramos.

Pero se entiende que un católico quiere encontrarse con Cristo para amarlo y hacer lo que dice: guardad mis mandamientos. No que quiera encontrarse con Cristo para negarle.

Por eso, a los que domingo tras domingo, nos dicen que lo importante no es guardar los Mandamientos sino encontrarse personalmente con Cristo, hay que preguntarles: encontrarse, ¿para qué? ¿Para amarle (=guardar en gracia sus Mandamientos) o para odiarle (=transgredir sus Mandamientos)?

«Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!»
(Hebreos 10:26-31)

Si quieres encontrarte con Cristo y al mismo tiempo transgredir obstinadamente los Mandamientos, es que quieres crucificarle otra vez. Te pareció poco una vez para siempre.

Extraído de Infocatolica.com


Alonso Gracián Casado y padre de tres hijas. Diplomado en Magisterio y Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Le apasiona la pintura y la polifonía, y todo lo que es bello y eleva.

Tiene la curiosa costumbre de releer a Tolkien y a Bloy cada cierto tiempo. Sabe que sin Cristo todo es triste, feo y aburrido hasta la muerte, y que nosotros sin Él no podemos hacer nada (Jn 15, 5), salvo meter la pata. Por eso cree no perder el tiempo escribiendo diariamente algunas líneas en la red, con esta sola perspectiva: contemplar a Cristo como centro del universo y de la historia.