Lecturas de hoy Domingo 3º de Pascua - Ciclo C

01.05.2022

Lecturas de hoy Domingo 3º de Pascua - Ciclo C

Hoy, domingo, 1 de mayo de 2022

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (5,27b-32.40b-41):
En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles y les dijo: «¿No os hablamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.»
Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.»
Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los apóstoles salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús.
Palabra de Dios


Salmo Del Día

Salmo 29

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. 

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. 

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. 


Segunda lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (5,11-14):
Yo, Juan, en la visión escuché la voz de muchos ángeles: eran millares y millones alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos, y decían con voz potente: «Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.» Y oí a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar -todo lo que hay en ellos, que decían: «Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos.» Y los cuatro vivientes respondían: «Amén.» Y los ancianos se postraron rindiendo homenaje.
Palabra de Dios


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (21,1-19):
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar.»
Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo.»
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?»
Ellos contestaron: «No.»
Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor.»
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger.»
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice: «Vamos, almorzad.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»
Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice: «Apacienta mis corderos.»
Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Él le dice: «Pastorea mis ovejas.»
Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió: «Sígueme.»
Palabra del Señor


Reflexión del Evangelio de hoy



PARA REFLEXIONAR

  • En la lectura de los Hechos encontramos a los discípulos, que habiendo comenzado tímidamente a anunciar el evangelio, van perdiendo el miedo y están dispuestos a dar razón de su fe y de su nuevo modo de vida porque hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Para Pedro y el resto de los apóstoles esto es una verdad que no admite ambigüedades. Esta profunda convicción les lleva a padecer grandes sufrimientos, pero no claudican.

***

  • La segunda lectura nos narra una visión, en la que el autor se adentra en el santuario celeste, que es una forma expresar la experiencia intensa de lo divino y de la salvación, donde está Dios y donde aparece una figura clave del Apocalipsis: el cordero degollado, que es el Señor crucificado, aunque ya resucitado. Con él estaba toda la plenitud de la vida y del poder divino.

***

  • En el evangelio vemos como los apóstoles han vuelto a su antiguo trabajo. Eran pescadores y vuelven a sus barcas y a sus redes. Están en Tiberíades, en Galilea. Fue allí donde comenzó Jesús a predicar el Evangelio del Reino de Dios, y allí también donde se desenvolvía tranquilamente la vida cotidiana de estos hombres que un día lo dejaron todo para seguir al carpintero de Nazaret.
  • Pedro dice a sus amigos: «Voy a pescar» y éstos le responden: «Vamos nosotros también», parece como si las cosas volviesen a su sitio y estos hombres a sus redes y su oficio. Parece que se hubieran olvidado de que una vez fueron llamados a ser pescadores de hombres y testigos privilegiados de todo lo que dijo y de cuanto hizo Jesús a partir de su bautismo en el Jordán. Estos hombres no pueden volver a pescar como si nada les hubiera sucedido después que vieron al Maestro de Nazaret pasar haciendo el bien, morir en la cruz y resucitar al tercer día.
  • Por más que ahora tomen de nuevo las redes para hacer lo que siempre hicieron, no lo podrán hacer como antes de encontrarse con Jesús y de creer en Él. El Señor resucitado vive para siempre, y ellos saben que en cualquier momento y de múltiples maneras pueden ser sorprendidos por la visita del Señor. En efecto; trabajaron toda la noche en vano, no pudieron pescar nada.
  • "Echen la red a la derecha de la barca". Los discípulos escucharon al que así les gritaba desde la playa y siguiendo estas indicaciones, la pesca fue milagrosamente abundante. Esto llena de asombro a los apóstoles. Pero uno solo da con la respuesta exacta. Juan le dice a Pedro: Es el Señor. Pedro no vacila en tirarse al agua para ir hacia Jesús.
  • Al llegar a tierra, Jesús los sorprende con su señal inconfundible: la comida fraterna. Les tiene preparados unos alimentos, distintos de los que ellos han obtenido en la pesca. El primero es gratuito; el segundo es fruto de un trabajo en comunión con Jesús. No tiene sentido comer con Jesús si no se aporta nada; pero lo que se aporta, sabemos que no se consigue sin su ayuda.
  • Los discípulos reconocen a Jesús en la fracción del pan, en la eucaristía y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
  • La palabra viva del Señor viene y se mete en nuestras cosas, nos sorprende en nuestra vida cotidiana y la transfigura llenándola de sentido. La palabra del Señor nos convoca para una empresa común. Pero esta palabra sólo muestra su eficacia a los que la escuchan y la ponen en práctica. Estos son los que reconocen al Señor en su palabra.
  • Esta fe en el Señor que vive, esta memoria despierta el corazón y esta actitud de esperanza lo cambia todo: renueva al hombre y su realidad, lo libera del hastío y de la rutina aunque no del trabajo y de la paciencia necesaria para saber esperar.
  • Si los Apóstoles no hubieran respondido a la invitación del Señor, habrían vuelto a su trabajo en el mar de Tiberíades y no se hubieran enfrentado con los Jefes de Israel. Pero el Señor, que vive y hace de los acontecimientos historia de salvación, el Señor que llamó una vez a estos pescadores de hombres, los sorprende en su trabajo y desilusión y los envía al mundo a predicar el Evangelio. Ellos comprendieron que era necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.
  • Para ser cristiano es indispensable el encuentro creyente con el Resucitado. Para poder confesar en Jesús a nuestro Dios y Señor; es necesario haber sido encontrados por él y haber podido decir: «¡es el Señor!»
  • La iniciativa siempre parte de Jesús. Es el Señor el que sale al encuentro. Y sale en todas las circunstancias de la vida: en la experiencia desanimada de los que creen haber trabajado sin frutos visibles, porque no han pescado nada; en la situación aparentemente desesperanzada de los que están de vuelta de algo en lo que han apostado su vida y tiene las manos vacías; en el recuerdo de la propia infidelidad que duele en el corazón. Jesús se hace presente a todos.
  • La actividad pesquera, es un relato sobre la misión de la comunidad cristiana. Ahí tenemos que vernos reflejados. Nosotros también tenemos la palabra de Jesús que nos marca un camino, que abre una huella y tenemos también su pan que nos ofrece y reparte en cada Eucaristía. Abiertos a su Palabra y alimentados con su Pan, podemos dejarnos encontrar por Jesucristo y reconocerlo presente y activo en nuestra vida.
  • Si su Palabra y su Pan se nos ofrecen en cada Misa, es para que después sepamos descubrir la presencia viva de Jesús Resucitado en nuestra vida de cada día. En nuestros hermanos, en nuestras luchas, dolores o alegrías, en lo más hondo e importante de nuestra vida hasta en aquello que no le prestamos importancia. Allí está, presente, nuestro «Dios y Señor».
  • Cuando Jesús se aparece y llama desde la orilla, puede decirnos a los suyos que echemos la red a la derecha o a la izquierda, que dejemos la pesca y comencemos la misión, que atendamos al hermano hambriento o que nos sentemos a comer con él para compartir la mesa y la vida. Lo decisivo será siempre obedecer al Señor.
  • En un contexto social y cultural escéptico y a hombres frustrados tenemos que comunicar los cristianos, no una palabra más, sino la Palabra con mayúscula, una Palabra eterna hecha carne y llamada Jesucristo. Palabra que es, también con mayúsculas, Camino, Verdad y Vida; que, por tanto no defrauda, no engaña ni miente, promete, cumple, ofrece y da; Palabra resucitada y resucitadora. Esta es la tarea estamos obligados a realizar como el mejor servicio a los hombres y al mundo de hoy.


PARA DISCERNIR

  • ¿Mi fe se sostiene en el encuentro con Jesús?
  • ¿Dejo que su palabra me interpele y me ayude a crecer?
  • ¿Experimento con la eucaristía el alimento que necesito para vivir una vida de compromiso cristiano?


REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Tú lo sabes todo, sabes que te amo


PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

« ¿Me amas? »

«¿Amas?... ¿Me amas?». Para siempre, hasta el final de su vida, Pedro tenía que seguir su camino acompañado de esta triple pregunta: « ¿Me amas?» Y medir todas sus actividades según la respuesta que entonces había dado: cuando fue convocado ante el Sanedrín; cuando lo encarcelaron en Jerusalén, de cuya prisión no podía salir, y sin embargo, salió. Y... en Antioquia, y después más lejos todavía, de Antioquia a Roma. Y ya en Roma, cuando habiendo perseverado hasta el final de sus días, conoció la fuerza de las palabras según las cuales Otro le conduciría donde él no quería. Y sabía también que, gracias a la fuerza de esas palabras, en la Iglesia «los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones» y que «el Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar» (Hch2, 42.48)...

Pedro ya no pudo jamás desprenderse de esta pregunta: « ¿Me amas?» La lleva consigo donde quiera que vaya. La lleva a través de los siglos, a través de las generaciones. En medio de los nuevos pueblos y de la nuevas naciones. En medio de la lenguas y de las razas siempre nuevas. La lleva él solo, y sin embargo, nunca está solo. Otros la llevan con él... Ha habido y hay muchos hombres y mujeres que han sabido y saben todavía hoy que toda su vida tiene valor y sentido sólo y exclusivamente en la medida en que es una respuesta a esta misma pregunta: «¿Amas?... ¿Me amas?». Han dado y dan su respuesta de manera total y perfecta -una respuesta heroica- o bien de manera común, ordinaria. Pero en todo caso saben que su vida, que la vida humana en general, tiene valor y sentido en la medida que es la respuesta a esta pregunta: « ¿Amas?». Es tan sólo gracias a esta pregunta que la vida vale la pena ser vivida.

San Juan Pablo II Homilía en París el 30/05/80


PARA REZAR

Dame un corazón Señor Jesús

Mientras peregrino navegando
sobre turbulentas aguas de la vida
dame la alegría de tener como brújula
un corazón que me lleve hacia el puerto del amor entregado

Dame un corazón de POBRE
capaz de amar, para abrirse y entregarse.

Dame un corazón PACIENTE
capaz de amar, viviendo esperanzado

Dame un corazón PACIFICO
capaz de amar, sembrando la paz en el mundo.

Dame un corazón JUSTO
capaz de amar, juzgándose por la justicia

Dame un corazón MISERICORDIOSO
capaz de amar, comprendiendo y perdonando

Dame un corazón SENSIBLE
capaz de amar, llorando sin desalientos

Dame un corazón PURO
capaz de amar, descubriendo a Dios en el hombre

Dame un corazón FUERTE
capaz de amar, siendo fiel hasta la muerte

Dame un corazón EVANGELICO
capaz de amar resucitando.

Parte extraído de Vicaría de Pastoral Arzobispado de Buenos Aires

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